Estoy convencido de que un gran número de seres humanos en el mundo entero, a pesar de vivir en grandes y modernas urbes e incluso en nuestra propia ciudad, la cual día a día aumenta su población, viven, a pesar de estar rodeados de cientos de personas, en la más dura soledad. En más de alguna oportunidad algunos de ustedes mis amables lectores, habrá leído aquella profunda, sabia y a la vez dolorosa afirmación que Santa Teresa de Calcuta señaló: "La peor enfermedad de este tiempo actual, es la dura soledad…"
Siempre afirmo, que mientras más avanzo por el camino de la vida, me doy plena cuenta de lo muy importante que resulta contar con la compañía de personas que suman en nuestro existir, verdaderos "artistas de la vida", que con su compañía hacen de nuestro diario vivir, una experiencia única y agradable, más aún en días difíciles para todos en este mundo.
Quizás para no forjar nuestra propia soledad es conveniente, conservar el buen humor, a pesar de las vicisitudes del día a día, mantener la serenidad ante las agresiones y los malos momentos, los cuales nunca faltan. Dedicar también parte de nuestro tiempo a los demás y saberlos escuchar, porque no vivimos en un mundo que pertenece solamente a unos pocos o aún peor, sólo a nosotros mismos. Para vivir en una sana convivencia, se necesita ser capaz, de no estar buscando los errores de los demás, por el contrario, quedarnos siempre con sus fortalezas. No "aplaudir" a paladines que se atreven en ser atrevidos, dirigiéndose a los demás sin caridad alguna, justificándose tras la oscura "careta" de la envidia y mediocridad, diciendo erróneamente, que ellos hablan franca y sinceramente. Cuantas bocas amargas de odio, insatisfacción y carencias personales, se atreven a enarbolar la conocida e infausta frase: "predican, pero no practican". Personas que tristemente no aportan nada positivo, sólo van labrando su propio camino de soledad exterior e interiormente, terminando al fin por odiarse a sí mismas.
Soledad de multitudes, la veo a diario en oficinas, escuelas, instituciones, etcétera.
Lo más importante en nuestra vida, no son los grandes títulos ni riquezas materiales, sino que contar con los demás, con manos amigas, con buenos consejos, con palabras de consuelo, con el sanador cariño humano y con actitudes de acogida.
Quienes vivimos en este mundo, debemos aprender a convivir con todos, a ser tolerantes, pero no permisivos, a ser pacientes, pero no indignos, a ser humildes, pero no humillados, a ser francos, pero nunca crueles e insensatos. Aunque parezca repetitivo, no nos cuesta nada, dar una palabra de aliento donde encontremos sufrimiento o desesperanza. Debemos sin duda alguna, contribuir para que todas las personas vivan en dignidad, sin miedos y en paz.
Para no quedarnos solos en medio de la multitud, es necesario respetar y respetarnos, quien no se encuentra con los demás, difícilmente se encontrará consigo mismo.
Siempre es recomendable un gesto amable, un saber guardar silencio bondadoso, no cómplice, ante situaciones involuntariamente equivocadas de los demás. Una mirada compasiva para todo aquel que sabemos lleva un sufrimiento en silencio, en fin, se podría llenar hojas con sugerencias, pero esa no es la idea, lo importante es ser empáticos y no quedarnos solos; esa decisión siempre dependerá de cada uno. Esta maravillosa época de vacaciones, será ideal para ejercitarnos en mejorar cada día nuestra importante convivencia a todo nivel.