Correo
Equidad salarial
Garantizar la igualdad de género y un trato equitativo en la remuneración dentro de las empresas es fundamental para promover un entorno laboral inclusivo y justo, lo que contribuye a la fidelización del talento.
Para ello se requiere un enfoque integral que incluya desde la contratación y la compensación hasta la cultura organizacional.
En una sociedad altamente informada, la ausencia de políticas salariales claras y justas al interior de la empresa no sólo deteriora el compromiso y la confianza de sus trabajadores, sino que también es la organización en su totalidad la que se resiente. Las generaciones actuales de colaboradores buscan, además de la retribución económica, trabajar en ambientes colaborativos, con liderazgos inspiradores y una administración transparente y ecuánime.
En este sentido, si los trabajadores hallan diferencias injustas o que no se puedan explicar razonablemente, su nivel de compromiso mermará, pudiendo generar contingencias legales o también la fuga de talento valioso.
Implementar una política que entregue lineamientos respecto a cómo resolver situaciones de índole laboral, produce entre los empleados la sensación de que trabajan en una empresa que les brinda un trato justo, independiente de cuestiones sociales, educacionales o de género.
Con pautas claras, las personas descubren que el tratamiento de sus remuneraciones obedece a patrones objetivos de mercado, desempeño y competencias, generando mayores niveles de eficacia y productividad
Luis Rosas Asenjo
Liberalismo
El liberalismo clásico es la defensa de la libertad individual en todas sus formas. Es una filosofía que coloca al individuo como el eje central de la sociedad y al Estado como un árbitro limitado, cuya función es proteger los derechos de las personas, nunca restringirlos. Sin embargo, resulta preocupante observar cómo ciertos sectores que se dicen "liberales" han traicionado estas ideas al abrazar el colectivismo bajo distintos disfraces o al fragmentar su defensa de las libertades, violando los principios fundamentales de pensadores como John Locke, Adam Smith y Frédéric Bastiat.
Locke nos enseñó que los derechos de vida, libertad y propiedad son innatos, no concesiones del Estado. Adam Smith demostró que el mercado libre, impulsado por la acción voluntaria de individuos, genera prosperidad. Y Bastiat advirtió contra el saqueo legal, cuando el Estado usa el poder de la ley para redistribuir riqueza o imponer agendas ideológicas. Estas ideas forman la base del liberalismo clásico, una filosofía que no negocia con la coerción ni tolera la expansión del poder estatal en nombre del "bien común".
Hoy, sin embargo, vemos a sectores de la derecha que, en nombre del "liberalismo", promueven ideas colectivistas como la justicia social redistributiva y los sistemas de reparto de pensiones. Estos modelos, lejos de empoderar a los ciudadanos, los vuelven dependientes de un Estado paternalista que manipula sus recursos y restringe su autonomía. Esos sectores, al abogar por un "bienestar" financiado por la coerción fiscal, ignoran que el verdadero progreso surge de la libertad de los individuos para construir su propio destino.
Peor aún, hay quienes defienden la libertad económica, pero atacan las libertades individuales. El liberalismo no es un menú de opciones para elegir según conveniencia. Es una filosofía coherente que reconoce que solo en una sociedad de individuos libres y responsables se puede alcanzar la prosperidad y la justicia. Es nuestra responsabilidad recordar que el respeto a la libertad no admite excepciones, defender el mercado mientras se restringen libertades individuales, o abogar por redistribuciones colectivistas, no es liberalismo.
Rubén Álvarez
Carteles y terrorismo
El Presidente Trump en una de sus primeras órdenes ejecutivas, declaró al Tren de Aragua y otras organizaciones criminales transnacionales como grupos terroristas que amenazan la seguridad nacional de Estados Unidos. Esta declaración es muy relevante y vale la pena destacarla por sus alcances político/simbólicos y prácticos.
En primer lugar, el gobierno Norteamericano pone el acento en la cuestión clave como es que el Crimen Organizado Transnacional (COT) es una amenaza para la seguridad nacional de los países, que incluso puede ser más violenta y destructiva que una amenaza militar tradicional, ya que una vez que se enquista en las estructuras territoriales, políticas, sociales y económicas de un país pueden literalmente llegar a controlarlo y eso es lo que en Chile no estamos dimensionando, llegado incluso a situaciones macondianas como es reducir el presupuesto de la Fiscalía.
En términos prácticos, Chile debiera alinearse con esta política de Estados Unidos y aprovechar las posibilidades que esta declaración permite en la lucha contra estas organizaciones criminales, accediendo a recursos, logística e información de inteligencia que nos permita nuestra propia lucha contra el COT, de lo contrario seremos víctimas de nuestra propia indolencia.
Eric Latorre