El jaque mate que terminó en reencuentro
CASO. Entre partidas de ajedrez, un profesor de historia descubre que un compañero del club es en verdad su hermano.
Víctor Hugo Díaz Díaz, profesor de Historia y Geografía, actualmente docente en el Liceo Industrial, ha pasado por múltiples hobbies. Uno de ellos, tal vez el más importante, es el ajedrez. Aprendió a los 13 años, cuando estaba en el liceo. La primera lección fue a cómo mover las piezas. "Me enseñó un compañero, pero ni me acuerdo su nombre. Pero fue súper amable", rememora, sentado en Plaza Colón en una mesa de concreto que justamente tiene un tablero.
Por esos azares, el año 2025, Díaz terminó volviendo a Antofagasta, ciudad en la que nació. Rápidamente, para hacerse de un círculo, se unió a un club de ajedrez. Ahí conoció a Alejandro Piñones.
Ninguno de los dos lo sabía en ese momento, pero dos años después, se darían cuenta que eran hermanos.
***
Víctor Díaz nació en diciembre del '72, "un miércoles 20, a las 3 de la mañana", precisa, "en el antiguo Hospital Regional que existía en avenida Argentina".
Pero a los seis meses, se fue de Antofagasta hasta Coquimbo, junto a su madre y abuelos maternos.
De su padre supo poco. Se podría decir que lo justo. Que su madre tenía 22 años cuando lo conoció. Que él era casado y tenía una familia. En algún momento le dijeron que tenía hermanos mayores. "Mi padre era un hombre mayor que era casado. Sin embargo, eso nunca fue obstáculo para mí de querer o tener un deseo de quererlo conocer. Desafortunadamente las circunstancias no se dieron. Había familia acá, tíos abuelos, que transferían cierta información de esta familia de mi padre para Coquimbo. Yo más o menos sabía lo que sucedía acá, que mi padre en algún momento en la década del '90 había fallecido. También conocí circunstancialmente de vista a una media hermana, pero nunca había tenido contacto ni conocía a mis hermanos mayores", comenta Díaz.
Ya siendo un adolescente, con 13 años, un compañero de cual no recuerda el nombre - solo la amabilidad que tuvo para enseñarle - le mostró cómo mover las piezas del ajedrez.
"Después, mi madre me acercó unos artículos de un reconocido escritor, de nombre Mauricio Carvallo. Me hice una colección de eso. Y aunque no estudiaba la teoría pura de cómo jugar, sí hice los ejercicios que promovía. Eso me fue fortaleciendo en lo que se llama la fase del final del juego", explica.
Pasado el tiempo, comenzó sus estudios superiores. Ingresó a Pedagogía en Historia en la U. de La Serena. Mucho tiempo después, entre 2013 y 2014, el ya profesor decidió migrar para un mejor pasar laboral. Barajó Iquique y Alto Hospicio, pero finalmente terminó en Antofagasta, debido a que había mayor demanda de docentes ante el déficit de profesionales de la educación.
***
"Llego acá el 2015", dice Díaz. Y añade que fue bien recibido en el club, en donde encontró a un señor con el mismo apellido que su padre. "Y yo elucubraba, si pudiera ser pariente, primo, conocido, o por lo menos que me diera un dato".
Pero más allá de eso, confiesa que le tomó tiempo dar el primer paso para saber si sabía algo de su rama paterna en Antofagasta. "Yo sí me confieso que para mí era casi una etapa cerrada. Lo tenía asumido, que no lo pude conocer (a su padre)", menciona.
Un día, en 2017, Díaz estaba en las mismas mesas de ajedrez de la Plaza Colón. "Estábamos conversando entre todos. Había una pausa del juego. Llega Alejandro en sus visitas de semanales, y le planteo el tema, que era la presencia o la ausencia de los padres. Me dice que efectivamente su padre había fallecido a mediados de los '90, lo cual era un dato que yo manejaba, por estos familiares lejanos. Y eso se comentaba allá en Coquimbo. Mi abuela a veces me decía 'tu papá parece que falleció, que le dio cáncer', pero nada más. Muy escueto todo. así como... parecía un secretismo".
"Le hago la siguiente pregunta: 'Bueno, pero me imagino que tienes más familia, ¿no? Más hermanos...' y me dice 'sí. Lamentablemente una de mis hermanas falleció'. Y yo hago un check. Era un dato que lejanamente recordaba, hace casi 30 años".
De ahí vino el último movimiento.
Alejandro le comenta que un rumor en su familia era la existencia de un hermano perdido, producto de la relación de su padre y una joven. El nombre que dio fue el de "Carmen... Carmen Rosa".
"Y yo lo quedo mirando", sigue Víctor.
"'Y era de Coquimbo', me dijo. Así con total normalidad. Yo lo quedo mirando'", continúa.
De ahí, Alejandro precisa que el apellido de la mujer era Díaz, y que pensaban que el hermano perdido se llamaría Óscar, como su papá.
"Y yo le digo 'Carmen Rosa, igual que mi mamá'. Y me queda mirando. Y eso que llevábamos dos años interactuando en el club, comiendo asados. Teníamos mucha afinidad. Y yo le digo 'Carmen Rosa Díaz. Igual que mi mamá'. Saco mi teléfono, en donde tengo el álbum de fotos familiares, y le muestro una foto de ella justo a meses de que yo había nacido. Y veo en la cara de Alejandro, como quien... Tú puedes observar de repente un abuelo cuando tiene esa sonrisa de niño, esa sonrisa inocente, y una emoción en su cara", relata.
***
Víctor reitera que era una etapa superada. Pero la emoción de Alejandro lo sobrepasó. "Me abraza, me abraza apretado, me dice '¡hermano!'. Yo no lograba entender por qué ese grado de emoción".
Luego Alejandro le explicó: "Cuando ve la foto, él se recuerda que tenía entre 5 y 6 años, y él me había cargado. Él me tuvo en brazos. Y se acordaba de mi mamá. Él se acordó".
"Entonces, cerramos filas con Alejandro. Me invita a su casa, me presenta a su familia, me presenta algunas fotografías de nuestro padre. Y termina afirmando que yo de todos los hermanos soy el más parecido a él. Yo me veo, y cuando me veo en la foto de mi papá, casi a la misma edad, tenemos el mismo peinado. Porque él tiene el pelo medio chuzo y yo tengo el pelo hondeado, igual que mi papá. Tengo el pelo cano igual que mi papá, como por los lados", asegura.
De ahí en adelante, Víctor conoció al resto de sus hermanos. Y recalca: "Cuando nos vemos con Alejandro, siempre es muy cariñoso conmigo, y yo también me dejo querer". Y, argumenta, "uno termina por añadir un ingrediente más a lo que es tu propia identidad, a las pertenencias".
Es como un efecto mariposa, porque una persona extraña, que ni se acuerda del nombre, le enseñó a jugar ajedrez... Y eso lo lleva a conocer esta rama familiar.
- Sí, es cosa rara. Porque yo aprendí a los 13, 14 años, y Alejandro aprendió cerca de los 30. O sea, se supone que aprendió después que yo. Porque llevamos de diferencia 5 o 6 años. Entonces, cuando yo tenía 13, él tenía 20 recién. O sea, se va a demorar 10 años más en aprender ajedrez. Pero hay una cosa como que te tira... no sé. Donde están las condiciones para hacer algo. Si a él no le hubieran enseñado, si no le hubieran dicho, nunca lo hubiera practicado.
"Tenemos un acercamiento, un diálogo muy directo, muy cercano. El acercamiento puede ser o de Alejandro o mío. Hemos tenido interacciones no solamente con el ajedrez. Hemos estado compartiendo en su casa principalmente. Conocí a su madre antes que falleciera, y ella siempre me dejó claro que estaba contenta de haberme conocido, y me dice 'usted no tiene la culpa de nada'. Las cosas simplemente suceden", dice.
¿Y su mamá qué opina?
- Ella está feliz por mí. Me dice que aproveche que conozca a mis hermanos porque son buenas personas.