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Marco Rubio, el inesperado hombre multitarea del gobierno de Trump

Desde esta semana, el secretario de Estado asumió de forma interina una misión que le encargó el mandatario tras sacar a su consejero de Seguridad Nacional.
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En apenas 100 días de mandato, el secretario de Estado, Marco Rubio, se ha consolidado como el hombre multitarea del Gobierno de Donald Trump. No solo dirige la diplomacia estadounidense, sino que ha sumado funciones tan dispares como dirigir el cierre de Usaid, custodiar los Archivos Nacionales y, desde ahora, encargarse de la seguridad nacional del país.

"Marco es increíble, cada vez que tengo un problema lo llamo y él lo soluciona", dijo el presidente el jueves en la Casa Blanca, en declaraciones que parecían una muestra de aprecio más, pero que escondían un anuncio inminente.

Minutos después, Trump reveló a través de redes sociales que el secretario de Estado se encargará, de forma interina, de sustituir al consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Mike Waltz, caído en desgracia por el escándalo del 'Signalgate'.

Waltz llevaba semanas en el ojo del huracán por haber añadido por error a un periodista en un chat grupal de la aplicación Signal en el que el Gobierno discutía los preparativos de un ataque al Yemen, y Trump decidió apartarlo del gabinete y nominarlo como embajador ante la ONU.

Mientras se concreta un nuevo nombramiento, Rubio sumará la coordinación de la seguridad nacional a su ya abultada cartera.

En plena guerra comercial con el resto del mundo, deberá liderar la estrategia contra el terrorismo, gestionar crisis internacionales y alinear las posturas del Departamento de Estado -que él mismo encabeza- con el Pentágono y las agencias de inteligencia.

De rival a figura clave

Así, este político astuto, nacido hace 53 años en Miami en el seno de una familia cubana, gana peso dentro del gabinete de Trump, pese a que muchos auguraban que su paso por el Ejecutivo sería breve, dadas sus antiguas tensiones con el presidente y el escaso margen que parecía tener su cartera.

Senador por Florida durante 14 años, donde se destacó como un 'halcón' en política exterior partidario de la línea dura con Cuba, Venezuela, China e Irán, Rubio nunca ha escondido sus aspiraciones presidenciales y compitió con Trump durante las primarias republicanas de 2016, cuando el ahora mandatario lo apodó despectivamente "el pequeño Marco".

Sin embargo, Rubio supo navegar las aguas del trumpismo y se acercó progresivamente al magnate neoyorquino. Sonó como posible vicepresidnete para su segundo mandato y finalmente fue nombrado secretario de Estado, convirtiéndose en el primer hispano en ocupar ese cargo.

Su nominación fue una excepción dentro del gabinete: recibió el respaldo unánime de sus antiguos colegas tanto republicanos como demócratas. "Buena suerte, Marco. Ahora sabemos a quién culpar si algo sale mal", bromeó entonces Trump.

Encargos acumulados

Su rol dentro del Ejecutivo no parecía del todo claro en un inicio, especialmente después de que Trump delegara en su amigo personal Steve Witkoff las negociaciones para el fin de las guerras en Ucrania y Gaza.

En febrero, mientras Trump recibía en la Casa Blanca al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, Rubio se encontraba de gira por Centroamérica.

Pero fue durante ese viaje cuando recibió la llamada que lo convertía en director interino de Usaid, la poderosa agencia de cooperación estadounidense, en proceso de desmantelamiento por orden de Elon Musk.

Ese mismo mes, Trump lo nombró responsable de los Archivos Nacionales, encargados de preservar documentos fundacionales como la Constitución y la Declaración de Independencia, tras destituir a su directora.

Con cada nuevo encargo, Rubio gana protagonismo en las reuniones del gabinete en la Casa Blanca, donde se sienta siempre a la derecha del presidente.

Su estilo sobrio contrasta con la excentricidad de otras figuras del Gobierno, aunque también deja algo de espacio para el humor. En la última reunión, bromeó con que ya tiene "miedo" de comer algo sin que el secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., lo reprenda.

Casado con Jeanette, una colombiana con quien tiene cuatro hijos, Rubio es fanático confeso de los Florida Gators y los Miami Dolphins, habla perfecto español y es católico practicante.

En una entrevista a Fox News, la cadena favorita de Trump, con motivo de sus nuevas tareas, Rubio descartó entre risas postularse como papa: "Estoy felizmente casado".

Rubio se ganó esta semana más que elogios de Trump, que sumó 100 días en el poder.

Más allá del bono: la crisis de natalidad en Chile

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Hace unos días hubo debate en torno a una polémica propuesta de un candidato presidencial, quien planteó la entrega de un bono a la madre y al hijo al momento del nacimiento. Esto, como parte de un plan destinado a enfrentar la crisis de natalidad que afecta a nuestro país desde hace más de una década. En 2015, la tasa de fecundidad era de 1,8 hijos por mujer; hoy es apenas 1,16.

Si bien esta no fue la única propuesta, sí fue la que generó mayor revuelo. Las críticas se centraron en que un bono al nacimiento es insuficiente, que la medida resulta simplista y que refleja una mirada reduccionista e, incluso, machista al no considerar las reales barreras que enfrentan las mujeres.

Lo rescatable de esta iniciativa es que se pone sobre la mesa un problema del cual, como sociedad, pareciera que no queremos hacernos cargo: en Chile cada vez nacen menos hijos. Ello, nos guste o no, tendrá un impacto profundo en diversos aspectos de nuestra vida, desde lo emocional hasta lo económico.

Es cierto que el problema de la baja tasa de fecundidad no se resuelve con un bono o un incentivo económico puntual. Este tipo de medidas ha fracasado en prácticamente todos los países donde se ha intentado aplicar. Lo que se requiere, de acuerdo a la experiencia internacional, es un conjunto de políticas que aborden las múltiples razones por las que muchas familias deciden no tener hijos. Estas van desde factores económicos y problemas de fertilidad hasta la incertidumbre respecto al futuro.

Así lo demuestra la Encuesta Bicentenario 2024, en la que un 66% de los encuestados que ya tiene hijos señala que el principal motivo para no tener más es que "tener más hijos hace más difícil que la mujer trabaje". Asimismo, un 41% considera que "Chile es una sociedad que no apoya a las mujeres para tener hijos".

Por otro lado, los datos de la Encuesta CEP 92 muestran que, para la mayoría de los entrevistados, la identidad personal está principalmente vinculada a la familia. Un 49% cree que el número ideal de hijos por familia es dos, aunque estamos lejos de alcanzar esa cifra. Esto evidencia una distancia entre el ideal y la realidad, y cómo esta última impide a las familias o parejas concretarlo.

La responsabilidad de mantener las tasas de fecundidad cercanas al nivel de reemplazo poblacional no recae exclusivamente en las mujeres. Se trata de una decisión familiar en la que deben estar involucrados tanto madres como padres. Por eso, una parte fundamental -aunque no la única- de la solución es fomentar la corresponsabilidad parental, a distintos niveles. Desde el cambio cultural, que requiere políticas de largo plazo, hasta proyectos concretos y urgentes, como terminar la discusión del proyecto de Sala Cuna Universal, que sigue estancado en el Senado.

Más allá de si el plan del candidato es suficiente o no, el llamado es a que todos quienes aspiran a gobernar el país presenten una propuesta integral para enfrentar la crisis de fecundidad que aborde la complejidad del fenómeno en su totalidad. Esto implica, por ejemplo, impulsar un cambio cultural, enfrentar la falta de acceso a la vivienda, fortalecer el sistema nacional de cuidados, y no olvidar a las familias o parejas que desean tener hijos pero no pueden.