Burocracia y más oportunidades
Todo tiene un momento, incluyendo el litio. Hoy vemos como la demanda internacional se ajusta, los precios bajan, y otros países compiten mejor. Debemos recordar o mirar dónde está Chile en el mapa. Estamos alejados de los grandes centros de consumo, por lo que debemos ser eficientes.
Por estos días, la Región de Antofagasta ha vuelto a ser protagonista de una mala noticia: tres proyectos estratégicos relacionados con el litio -dos de ellos de grandes empresas chinas, BYD y Tsingshan- han sido abandonados. Esto no solo representa una señal preocupante para el desarrollo industrial del norte de Chile, sino también para el futuro de la Estrategia Nacional del Litio.
La deserción de estas inversiones millonarias debe ser leída como una advertencia urgente sobre los límites estructurales del Estado chileno para acoger y concretar proyectos de alto impacto.
A diferencia del entusiasmo que generaron los anuncios originales, la retirada de estas compañías responde a una combinación letal: la caída del precio del litio y la persistente burocracia interna que ralentiza permisos, concesiones y definiciones de uso de suelo.
El caso de BYD es sintomático. La empresa había advertido desde hace un año la lentitud del proceso para obtener un terreno, y en enero decidió desistir. Tsingshan, por su parte, no logró ni siquiera constituirse legalmente en el país. Y Sinovac, el año pasado, también optó por dar pie atrás. No estamos hablando de pequeñas startups extranjeras, sino de gigantes de escala global que evalúan cada paso con cálculo financiero y político.
Frente a esto, las respuestas del Ejecutivo suenan correctas, pero insuficientes. Chile lleva años hablando de agregar valor a sus recursos naturales, pero seguimos extrayendo y exportando minerales sin capacidad real de industrializarlos localmente. Ambas se habrían traducido en empleos, transferencia tecnológica y encadenamientos productivos. Hoy, solo quedan las declaraciones de lamento.