La Armada de Chile celebra el Mes del Mar, con un programa que considera conferencias en colegios, para destacar la importancia del mar en el desarrollo nacional y la necesidad de cuidar el medioambiente.

Tradicionalmente la conmemoración comienza en los primeros días de este mes y alcanza su auge durante los actos del día 21, como un reconocimiento a quienes desde la Independencia vislumbraron lo que la dilatada costa podía significar para la riqueza nacional. La Armada de Chile celebra el Mes del Mar, con el objetivo de proyectar la conciencia marítima y su importancia para el desarrollo de Chile y su sociedad. Estas actividades nacieron con la finalidad de resaltar el Combate Naval de Iquique y Punta Gruesa, recordar especialmente al héroe Arturo Prat y fomentar la conciencia ciudadana respecto de la importancia de nuestro mar, como un patrimonio económico que proporciona recursos y que permite el tráfico marítimo, y por lo mismo hay que defender su soberanía.

La Armada tiene misiones que son fundamentales para lograr que Chile sea un país independiente. La primera y más relevante es la protección de la soberanía y la integridad territorial; luego, la participación de apoyo para ayudar a quienes sufren catástrofes y emergencias; y en tercer lugar, la cooperación internacional.

Más de un cuarto de la población del país vive en zonas costeras y la mayoría lo hace a menos de cien kilómetros de costa. Chile es una de las naciones con mayor actividad pesquera en el mundo. El 95% del comercio que mueve Chile viene y se va por mar, por lo tanto, las vías marítimas son vitales, dándole a la Armada la misión de proteger ese comercio para que sea expedito, libre y oportuno. Asimismo, entrega apoyo a la comunidad científica en sus investigaciones acerca de los recursos marinos y los efectos del cambio climático.

La minería chilena está atravesando una transformación sin precedentes. No se trata solo de la incorporación de inteligencia artificial, sensores o camiones autónomos, sino de un giro completo en cómo se entiende el trabajo, el talento y la forma en que las organizaciones aprenden o se transforman. La industria comienza a operar como un sistema vivo: interconectado, adaptable y en aprendizaje continuo.

Según el estudio "Demanda de Perfiles 4.0 en Minería" de Impulsa 4.0, la macrozona norte del país requerirá 12.500 nuevos trabajadores en los próximos diez años, de los cuales al menos 2.500 deberán responder a perfiles asociados a la industria 4.0.

Estos nuevos roles combinan capacidades técnicas (como robótica, programación y ciberseguridad) con habilidades transversales críticas para la era digital, tales como conciencia situacional, resiliencia y pensamiento sistémico. Estas competencias transversales se vuelven esenciales para que los equipos humanos puedan integrarse con éxito en sistemas cada vez más automatizados, flexibles y orientados al aprendizaje continuo.

Hoy existen en el país 13 Centros Integrados de Operaciones (CIOs) y cerca de 300 camiones autónomos, el 63% de ellos concentrados en la Región de Antofagasta. Estas tecnologías están reconfigurando el mapa laboral: más de 140 perfiles tradicionales serán reconvertidos, y al menos 1.000 nuevos puestos surgirán para operar y gestionar esta revolución tecnológica en expansión.

Este proceso exige más que habilidades técnicas: requiere una visión sistémica del cambio. No basta con implementar tecnologías; es imprescindible alinear cultura organizacional, estrategias de formación, ecosistemas colaborativos y capacidades territoriales. La minería 4.0 no es solo una modernización operativa: es un cambio de mentalidad que demanda liderazgo adaptativo y propósito compartido.

Como describe Peter Senge, "las organizaciones que aprenden son capaces de crear su futuro". Esa es precisamente la tarea que enfrenta hoy la minería chilena: diseñar un nuevo modelo de desarrollo productivo que integre tecnología, talento y aprendizaje organizacional como un todo coherente y dinámico.

El desafío está planteado: formar personas con una visión integral, capaces de liderar esta transición con conocimiento, flexibilidad, propósito y pensamiento crítico dentro de las empresas. Ya no solo se trata de tecnología, sino de cómo las personas y organizaciones se adaptan, aprenden y evolucionan. El verdadero motor del cambio no son las máquinas, sino las personas que lideran con conciencia y flexibilidad.

La minería del futuro se está construyendo hoy. Y su éxito dependerá, en gran medida, de la capacidad de aprender, desaprender y volver a aprender en un entorno en constante transformación.