Algunos afirman con ligereza, desde luego, que el mejor amigo del hombre es el perro. Otros están con el filósofo que manifestaba que mientras más conocía los hombres, "más quería a su perro".
Nosotros, por supuesto, no estamos con unos ni con otros. Siempre hemos pensado que el "mejor amigo" del hombre está en el hombre mismo. Lo que ocurre, tenemos que reconocerlo, es que somos incapaces de encontrarlo. Y aquí si que podría, por semejanza, recordarse al filósofo que con su linterna buscaba un hombre. Porque, tampoco, es fácil hallar un amigo. O que lo encuentren a uno como tal. Conocidos, en realidad, tenemos muchos, pero amigos ¿cuántos?. Es duro reconocerlo, sobre todo en momentos que el destino nos es adverso.
Cuando miramos en torno nuestro auscultamos nuestro interior en busca de la amistad que pueda ayudarnos, estimularnos ante la contingencia y nos cuesta un mundo encontrarla.
Entonces, en medio de muchos rostros, de gran cantidad de conocidos, solemos sentirnos solos. ¿Por qué? ¿Es que no hemos sido capaces de tener verdaderos amigos? ¿Es que otros seres humanos no nos han sentido dignos de su amistad? ¿Dónde está la causa?
Quizá si descubriéndola surja para nosotros - para usted, para mí , para todos la suerte incomparable de compartir la vida con auténticos amigos, más que con simples conocidos o parientes que sólo gustan compartir alegrías, la buena mesa, los bienes materiales, pero jamás contribuyen a resolver en comunión fraternal los problemas o dificultades que circunstancialmente puedan afectar a quienes engañosamente llaman "mis amigos".
A veces pequeñas discordias terminan con quienes pudieron ser amigos. No hubo suficiente tolerancia por una o las dos partes y se truncó una amistad que pudo ser eterna, es decir, sin límites en el tiempo. Como no debe tener en su duración esa virtud que, en su magnífico temple, está constituida para resistir con todo éxito todo los embates. Y si en la vida, que es lucha permanente, los hay a cada instante, no cabe pensar siquiera que pudieran desintegrarla. Por el contrario, la hacen cada vez más resistente y, aunque parezca paradójico, valiosa e incomparable. ¡Dónde encontrar, entonces, otra virtud que la iguale!
Arturo Mardones Segura,
Rotary Club Chuquicamata