El grueso volumen aborda minuciosamente la obra de Joaquín Edwards Bello. Son estudios críticos de Andrea Kottow y Claudia Darrigrandi, así como con un cuadro cronológico y una bibliografía que entrega Constanza Richards. Esta edición crítica estuvo a cargo del estudioso de la obra del escritor, magister en literatura y docente e investigador de la Universidad de Chile y la UAB Osvaldo Carvajal, quien asume con detalladas citas a pie de página el devenir de medio siglo y las múltiples mutaciones que vivió el texto de esta novela punzante que Edwards Bello empezó a construir en 1912 y publicó en 1918.
Desde tal fecha, y durante medio siglo, el cronista retocó la historia de Esmeraldo Llanahueno, un niño nacido en un prostíbulo, donde su madre es la cantora. Es su rudo paso a la adultez en los extramuros del Santiago de comienzos del siglo XX.
La nueva edición de "El roto" incluye un lúcido dossier sobre los diversos prólogos que tuvo la novela y el seguimiento que hizo de ella el crítico literario Alone en sus reseñas. También se ofrecen al lector reflexiones que invitan a pensar el desafío que plantea la figura del roto en la modernidad chilena.
Proceso
Tras cinco años de trabajo en esta obra, Osvaldo Carvajal cree que el gran logro de Edwards Bello como escritor es su simpleza. "Y su capacidad para difundir ideas y conocimientos en un lenguaje llano y simple. Si uno revisa todo su proyecto escritural, incluso su poesía dadaísta, mete camuflada la simpleza del lenguaje. Hay un texto muy lindo de él, de 1918, que se llama "Hablando en americano", donde dice que el gran proyecto de la literatura latinoamericana tiene que ser masivo, tiene que ser popular, para un lector amplio, que todo el mundo pueda entender, basta de preciosismo, de retórica anquilosada, me imagino que criticaba al modernismo, hay que hablar para la tribu como diría Parra".
-¿Qué lugar ocupa Edwards Bello en las letras nacionales?
-Es bien complejo pensar en el sitial de Edwards Bello en las letras nacionales, creo que habría que hacer una distinción en dos planos que a él mismo no le gustaría: por un lado tenemos una línea más académica que sí lo ha integrado al canon literario, que sí lo revisa panorámicamente como un autor relevante del campo cultural, suele ubicarse como retratista de esa época; en la otra vereda, en el lado del gran público, él amaba recibir cartas de sus lectores, se vanagloriaba con que obreros y artesanos lo leían, recibe cartas muchas veces desde la cárcel, ese público alfabetizado pero no letrado que aprovechaba sus crónicas como enseñanza, ese público lamentablemente perdió acceso a él con el paso de los años.
-Pero "El roto" se ha seguido publicando
-Sí, porque está en el canon literario como actante fundamental del Centenario, con la cuestión social y las capas medias movilizadas exigiendo participación política; pero, por otro lado, lamentablemente desapareció del imaginario colectivo. Una persona importante para su continuidad después de muerto es Alfonso Calderón con las compilaciones que hizo de sus crónicas. Esos libros lo mantuvieron vivo durante muchos años ante los lectores no necesariamente académicos. Con el paso del tiempo dejó de editarse y el siguiente hito de un renacer es una exposición de la Biblioteca Nacional de sus manuscritos en la década del 2000 y luego la UDP empezó con la Biblioteca Edwards Bello.
-¿Es "El roto" su novela más importante?
-Sin lugar a dudas es su gran proyecto de vida, y es la más importante sin ser necesariamente la mejor escrita, o la que tiene un argumento más sólido, o la que más da cuenta de su estilo. De hecho, una de las mayores críticas que recibe es que está mal escrita, que tiene errores gramaticales, fue vapuleado por los críticos afines al preciosismo lingüístico como Raúl Silva Castro, por ejemplo.
-¿Cómo es el Edwards Bello novelista?
-En sus novelas se le escapa el cronista, está haciendo un relato ficticio y empieza a hacer una reflexión cultural sobre un elemento y el narrador se pone a monologar. Tenía, además, una obsesión con el tema de la raza y en "El roto" está abordado directamente. Se habla de este origen mestizo español mapuche, violento. Hasta la última edición no se sabía cómo moría el papá de Esmeraldo, pero en 1968 se sabe que ingiere pájaro verde, una bebida artesanal y peligrosa que se hace en la cárcel. En los años 50 hubo muertes en la cárcel por este brebaje y él hace una crítica a la clase social baja que lleva al niño a relacionarse con el alcohol. Un tiempo después esa idea, tomada de la realidad, la constituye en el cuarto capítulo de "El roto" y Lux, el periodista, repite sus reflexiones.
-¿Fue mejor cronista que novelista? ¿Qué piensa?
-Por supuesto que fue mejor cronista que novelista. Como cronista podría haber dado clases; como novelista, le reprocharon problemas en la sintaxis y cuestiones formales. Podemos pensar que no llegó a ser buen novelista justamente porque era demasiado cronista, estaba escribiendo hechos ficticios y se le cruzaban las crónicas. También está el juego al revés, hay crónicas muy bonitas, por ejemplo una que relata un encuentro ficticio con Teresa Iturrigoriaga, la protagonista de "La chica del Crillón".
Las seis ediciones
Seis es el número de veces que "El Roto" fue editado, lo que para Carvajal muestra lo maniático que podía ser el autor. "Se cambian desde palabras hasta capítulos completos, pero la estructura, la trama, las acciones, los personajes son los mismos. No hay cambios de finales, hay profundización de temas. Por ejemplo Fernando, el roto adulto, pasa de ser muy amoroso con Clorinda a ser cada vez más lejano".
-¿Hay algo de autocensura?
-Sí, se ve una suerte de autocensura por un lado, de una novela escrita bajo el alero del naturalismo, con un lenguaje fuerte. Él mismo lo dice en una crónica. Que no volverá a publicarlo hasta que lo pueda rodear de "una valla de púas retóricas" que evite que imágenes crudas y fuertes lleguen a mentes débiles que puedan verse influenciadas o afectadas por lo que narra. Las primeras descripciones que hace son brutales, la descripción de las prostitutas por ejemplo. Luego, va fileteando, sacando cosas, por ejemplo en un capítulo saca una conversación política entre personajes secundarios, algo que daba cuenta de un debate importante en ese momento. También la figura de Balmaceda, la admiración que tenía por él termina siendo reducido a un par de líneas en futuras ediciones. Hay recortes estilísticos también. Se van actualizando los nombres de los diarios, cambia el mapa de la marginalidad, nombres de calles, los márgenes se ensanchan, los prostíbulos se van corriendo a medida que se expande el cordón sanitario que creó Vicuña Mackenna.
-¿Sigue existiendo la figura del roto?
-Por supuesto. Hace poco se viralizó un video en el cual un hombre del barrio alto despectivamente le gritaba a un grupo de gente manifestándose: "Váyanse a sus poblaciones rotos". Es exactamente la misma actitud y la misma prepotencia que él denuncia desde las capas hegemónicas socialmente hacia los más desfavorecidos. El concepto de roto sigue existiendo y sigue siendo despectivo. Muy probablemente ha ido operacionalizándose, porque el roto suele ser cualquier persona para un otro, que se siente con mayor poder cultural simbólico. Cuando se rotea son circunstancias muy disímiles y que no siempre están ligadas con la posición socioeconómica sino que con actitudes. Por ejemplo, este mismo oxímoron que dice que es de rotos rotear. El roto, el roteo y lo que significa ser roto está tremendamente vigente y está saliendo a la luz pública como hace muchos años no salía. En ese sentido, la foto de la portada nos hizo mucho sentido porque te lleva a pensar en la precariedad de la infancia.
-¿Qué crees que estaría haciendo hoy si estuviera vivo?
-No me cabe la menor duda de que estaría comunicándose por algún medio. Si bien dicen que era arisco y cruzaba la calle para no conversar, una vez que se ponía en confianza hablaba y hablaba. Estaría archivando, pendiente de todos los medios posibles, linkeando históricamente las cosas que están pasando hoy con las del pasado. Estaría trabajando ya en una lectura para explicar qué está pasando con este Chile y le daría pena. Era un privilegiado y trató de desacomodarse constantemente. Edwards Bello estaría en Twitter, comentando y criticando todo, cansándose y denunciando los vicios de la mala política. No estaría tranquilo, tendríamos un tremendo analista bien complejo.
edwards bello fue cronista y novelista. nació en Valparaíso el 10 de mayo de 1887.
"El Roto" de edwards bello es una novela que describe a los habitantes de los sectores marginales del Santiago de principio del siglo XX.
Por Amelia Carvallo
"El roto, el roteo y lo que significa ser roto está vigente y está saliendo a la luz pública como hace muchos años no salía".
fotos biblioteca nacional
"En el lado del gran público, él amaba recibir cartas de sus lectores, se vanagloriaba con que obreros y artesanos lo leían".