La violencia observada estos días tuvo síntomas previos en redes sociales, hace ya varios años. Chile enfrenta niveles de odiosidad, faltas de respeto y desapegos a la ley que son más que preocupantes, porque parecen estructurales y es lo que en el fondo hace más difícil la convivencia y la posibilidad de solución.
El drama de Chile se funde entre las incompetencias de un Estado que no puede garantizar seguridad y tampoco da plena respuesta a la necesidad de un nuevo pacto; las pequeñeces de una oposición que juega n búsqueda de la popularidad, pero principalmente por una parte de la sociedad que mueve los límites de una manera que resulta mala para todos.
Un ejemplo: si no se respeta a Carabineros -institución que ciertamente debe ser reformada- las posibilidades de recuperar la paz y poner fin a la violencia son más difíciles. Por estos días hemos visto imágenes insólitas e inaceptables, con policías atacados, sin posibilidad de defenderse de delincuentes. En cualquier parte del mundo la respuesta sería otra, mucho más dura, y la sociedad avalaría aquello.
Pero hoy la policía no puede hacer su trabajo, porque el gobierno es timorato e incluso la Justicia ha actuado de una forma inverosímil, intentando restarle garantías, enviando señales que tienen que ver más con lo político, que con el derecho, a sabiendas que se ha deteriorado la paz social.
No se trata de pasar por sobre los Derechos Humanos, sino de, garantizando aquello, proteger a la mayoría de unos pocos que solo buscan el caos y la destrucción.
Los chilenos hemos extraviado el encuentro, en estos ejemplos y antes en la posibilidad de enfrentar nuestras creencias, de darle valor a la educación, al profesor, dignificar la autoridad, empatizar con el otro.
Son los síntomas de un país anómico, sin propósitos, sin sueños, con demasiado egoísmo y que requiere comenzar a trabajar en una nueva sensibilidad a riesgo de retroceder años de esfuerzo de generaciones de chilenos que han construido un país mejor que el que teníamos.
Eso siempre se consiguió con respeto y trabajo, no con caos y remarcando los desencuentros.