De vuelta a casa
"El hombre madura y crece, cuando sabe renunciar a la satisfacción inmediata y caprichosa de todos sus deseos". Óscar Blanco Martínez, Obispo de la Diócesis de Calama
Estimada y estimado lector, me parece que estamos viviendo tiempos de muchas paradojas que nos dejan mucho para la reflexión.
En una sociedad que se basa en la economía y el consumo, en la cual todos corremos para conseguir la última tecnología, sin descanso, sin tiempo para la familia, los amigos y mucho menos para el encuentro con Dios. Casi sin darnos cuenta, hemos construido una sociedad donde lo más importante es obtenerlo todo y ahora mismo. De un día para otro, un virus, nos detiene y nos manda de vuelta a casa. A valorizar ese tiempo y espacio casero, al que le hemos ido perdido el valor y encontrarnos con nuestra familia a la que poco o nada la vemos durante el día.
En una sociedad que no escucha el clamor de los más pobres y vulnerables. Donde el grito violento y egoísta, se ha apoderado de tiempos y espacios públicos que son de todos. El coronavirus nos hace salir de nosotros y pensar en el otro, de ser solidarios con los demás y tomar conciencia que pertenezco a una comunidad más amplia, donde el otro no es un desconocido, ni un rival, sino mi prójimo y mi hermano.
En un tiempo en que la formación de los hijos, se ha encargado a los abuelos, las nanas, al colegio, o simplemente quedan solos, expuestos a cualquier extravío. El coronavirus nos fuerza a buscar y hacernos el tiempo para volver a poner al papá y la mamá junto a los hijos y redescubrir el valor de la familia.
En momentos en que la escucha, el diálogo, y las relaciones interpersonales estaba reservado a los medios virtuales de las redes sociales, haciéndonos creer en una falsa amistad y proximidad. Este virus nos está quitando la verdadera cercanía, evitar darnos la mano, el abrazo, el contacto con el otro y con el imperativo que nadie este a menos de un metro de distancia. Quizás esta experiencia nos puede ayudar a entender mejor las palabras de Jesús: "¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si malogra su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla?".
Lo queramos o no, el hombre madura y crece, cuando sabe renunciar a la satisfacción inmediata y caprichosa de todos sus deseos en aras, de unos valores y una plenitud de vida más noble, digna y fraterna.
¿No deberíamos de introducir en nuestras vidas una dosis de espiritualidad, de humanidad, sana austeridad y simplicidad en el vivir?
No es acaso una "dioscidencia", que hoy 19 de marzo, cuando estoy escribiendo esta columna, Chile en Estado de Excepción, los creyentes celebramos a San José. Un hombre que soñó, amó y cuidó. La misión que recibió de Dios fue. "Custodiar a María y Jesús". Es bueno que nosotros también soñemos con derrotar al COVID-19 y este sueño lo lograremos si amamos y cuidamos al otro. Hoy, de mis buenas acciones depende la vida de los demás. El amor y el cuidado, comienzan por casa.