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Juan López, su historia. Cinco

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Juan López, el primer habitante de Antofagasta, y esforzado industrial minero, por ese entonces, proseguía con mayor ahínco en la explotación de sus minerales y cifraba en ellos, su porvenir. Pero, a pesar de su empeño, la suerte no le favoreció.

El importante cargamento de 6.500 quintales de minerales de cobre que despachó para Lota en el buque "Matilde", del cual esperaba recibir una fuerte suma de dinero que compensara sus gastos, fue para él un fracaso. El común de estos minerales sólo dio una ley de 6% cuando, según sus cálculos, debían ser de una ley no inferior a 18.

Este cargamento aparece en documento histórico, de un valor inapreciable, tiene la firma de don H. Zeballos. Administrador de la Aduana de Mejillones en esa época y dice en su encabezamiento: "Cuadro demostrativo de los metales de Cobre que se han exportado hasta la fecha, después de ajustados los Tratados de Límites con el Gobierno de Chile, entre los grados 23 y 24 de Latitud, cuyos derechos de exportación son partibles entre ambos Gobiernos, según lo que se ha estipulado

López protestó de este resultado tan insignificante como inesperado, y alegó y exhibió sus certificados en que constaba que en Cobija sus minerales nunca le habían rendido menos de 20%. No podríamos decir si esto fue debido a un gran descuido de su parte o si hubo engaño de la casa compradora. Lo cierto es que este golpe fue la ruina de López.

Es de suponer cuál sería la inmensa contrariedad y desaliento. Después de tantos sacrificios, de tan arduo y tesonero trabajo, y en el que cifraba todas sus esperanzas, ver, de la noche a la mañana, defraudadas sus más legítimas ambiciones.

¡Qué triste y cruel desengaño para un hombre como él, que había luchado tenazmente por espacio de tanto tiempo, con la esperanza de poder llegar algún día a labrarse un modesto bienestar para él y su familia...! Y lo peor de todo, es que después de este fracaso, le era ya casi imposible seguir trabajando sus minas, pues no sólo él era el perjudicado con este mal negocio, sino también su socio don Pedro Arauco, quien vio comprometido en esta especulación el pequeño capital con que contaba.

Isaac Arce (1863-1951), Narraciones Históricas de Antofagasta