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"Cada día, al despertar, doy gracias a Dios"

ANTOFAGASTINIDAD. María Canihuante Vergara, curadora del patrimonio de Andrés Sabella.
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"Estoy felizmente casada desde hace 55 años", apunta María Canihuante desde su casa.

Ella alude a Bernardo Tapia, su marido, con quien se casó muy joven. Tres hijos y siete nietos, con profesiones variadas: desde la abogacía, la ingeniería, el diseño gráfico y de vestuario, entre otras.

Quizás esa amplitud de intereses la retrate en parte. Mujer de generosas lecturas, sabelliana y entretenidas tertulias.

¿Qué recuerdas de tu infancia?

-Que Antofagasta era muy tranquila, los vecinos cariñosos, los antofagastinos en general muy amistosos, acogedores, conversadores.

Tal vez el recuerdo más nítido que tengo es el inolvidable viaje de Antofagasta a Ovalle en el mítico Longino. Siempre lo recuerdo, por esa magia, ese carácter como de entrar a un mundo diferente, a un mundo desconocido y maravilloso, con tanta gente distinta, de diversos lugares y cada uno con grandes vivencias. Partía el tren y empezaban las historias, aparecían las guitarras, los huevos duros, las anécdotas sin fin. Ahora me doy cuenta que en esos viajes se vivía un verdadero realismo mágico. Creo que el tema es muy valioso, como lo plasman Mario Bahamonde en "Ruta Panamericana" y Rivera Letelier en "Los trenes van al purgatorio".

¿Qué aprendiste de tus padres?

-De mi madre, Celia Vergara, aprendí con su ejemplo que no se debe perder el tiempo y estar sin hacer nada. De ella aprendí a cocinar riquísimos platos, sobre todo pescados y mariscos, ya que ella era iquiqueña. Aprendí de muy chica, antes de ir a la escuela, a tejer a crochet, lo que aún practico. A lavar y planchar con dedicación, pues para ella, por ejemplo, planchar camisas era un arte.

Mi padre, Félix Canihuante, ovallino de origen diaguita, fue militar de carrera, que se inició en el Ejército en el año 1923, cuando Tacna era chileno. De él aprendí la disciplina. El cumplir con el deber no importa lo que cueste, como manda el "mensaje García". El trabajo que enaltece, no importa si es humilde. También, y es muy importante, la práctica de deporte. Él era mi coaching de tenis. Fui campeona infantil y adolescente de tenis en la zona norte, gracias a sus enseñanzas.

¿Qué libro te cambió la vida?

-El libro "Hijo del salitre", de Volodia Teitelboim. Nunca he podido terminar de leerlo, porque me produce una gran angustia, un gran dolor, mucho llanto. Debe ser porque mi abuelo Juan de Dios Vergara fue baleado en la Escuela Santa María, mientras apoyaba a sus compañeros huelguistas. Se le lloró por muerto un mes, hasta que un vecino lo ubicó en el Hospital de Iquique.

¿Qué diría Andrés Sabella de estos tiempos?

-Andrés, de gran sensibilidad social, era un gran defensor del ser humano. Seguramente estaría feliz de todo el despertar social y de recuperación de derechos. Pero no aceptaría que estas conquistas fueran logradas con violencia y destrucción, sino con inteligencia. Como siempre se preocupó de la contingencia, esta pandemia lo tendría estudiando y averiguando más acerca de soluciones e investigaciones. Y, sobre todo, haría hincapié que a Antofagasta le falta "antofagastinidad", que es el amor profundo por nuestra ciudad, servicio cotidiano de progreso, en obra permanente de crecimiento y de ventura.

¿Qué suele ser lo primero que piensas al despertar?

-Cada día, al despertar, doy gracias a Dios, por todos los dones que me da, por mi familia, por mi ciudad.

Usted que es una gran cocinera, ¿cuál es el platillo que más le gusta y por qué?

-Como buena nortina, me encanta la albacora frita con arroz graneado y ensalada de tomates. Pero si de cocinar se trata, siempre me luzco con el "pescado escabechado" estilo Celia, con una antigua receta iquiqueña de mi madre y heredada de mi abuela.

¿Cuál cree que es la clave para ser feliz?

-Ver la vida con mucho optimismo, aún en los peores momentos. No darse por vencida. Ser alegre y trasmitir esa alegría. Encontrar el lado bueno de la vida, disfrutando lo que uno tiene. Compartir, ser buen ser humano.

En días tan complejos, ¿qué consejo te permitirás darle a la gente?

-A mis vecinos, a mis conciudadanos, les diría que no pierda las esperanzas. "Antofagasta, desde su partida en la historia, existió con los ojos bien abiertos al futuro", decía Andrés. Sigamos adelante, reaccionemos, no nos dejemos amedrentar. Se han dado grandes luchas en nuestra ciudad, por su progreso, por sus necesidades, por leyes apropiadas.

No es tiempo de bajar los brazos. Este momento histórico es muy importante y debemos estar presentes y activos. Antofagasta lo merece.