Juan López. Uno
El resurgimiento industrial y mercantil del puerto de Antofagasta y sus riquezas minerales adyacentes, tanto en sus costas como en sus serranías, hace recordar sus primitivos días de abandono y aislamiento.
El árido desierto, solitario y mudo, se extendía desde las lejanas cordilleras hasta sus playas desamparadas y remotas. Según los primeros viajeros que visitaron este litoral, era un páramo completamente silencioso y triste, sin aves ni vegetación, donde no se veían ni abejas silvestres ni palomas del desierto.
La soledad augusta y misteriosa que cubría sus inmensas sabanas de arenales cálidos e inclementes, no revelaba ni en el vago rumor de los insectos los tesoros que ocultaban estas pampas bajo la corteza terrestre.
Los bravos exploradores atacameños que recorrieron los primeros estas playas, marcaron la primera etapa de su porvenir industrial, señalando a la previsión de los gobiernos la futura importancia de sus yacimientos minerales.
El hallazgo de las primeras huaneras de la caleta de la Chimba y de Mejillones, fue la advertencia inicial de su preponderancia en el porvenir.
Al explorador copiapino Juan López corresponde la primacía de estos esfuerzos y de esta gloria. López, que a principios de 1845 desembarcó en Punta Jara y descubrió los primeros depósitos de huano de la caleta de la Chimba, fue quien marcó el primer punto de partida del puerto de Antofagasta.
Juan López recorrió el litoral, al norte y al sur, en los años de 1856 y 1861, hasta Mejillones, permaneciendo algún tiempo en Tocopilla y Cobija.
Asociado a don Matías Torres, en 1862, emprendió trabajos mineros en Cobija, internándose hasta 6 millas de la costa al interior, siendo el descubridor del mayor depósito de huano que se ha explotado en aquella región.
Desde Tocopilla, su socio don Matías Torres le proveía de víveres y elementos de explotación. Allanando caminos, construyendo bodegas y habitaciones provisorias, formando malecones y tajamares para el embarque. Juan López fundó la industria de explotación del huano en Cobija.
Pedro Pablo Figueroa (1857-1909), artículo La Ciudad del Desierto