"Nos identifica el disfrutar cada cosa"
ANTOFAGASTINIDAD. María José Monje Rivadeneira, artista.
Gran parte de los 30 años de María José Monje tienen un sello trashumante. Nacida en Antofagasta, pasa su vida entre el norte y Buenos Aires, Argentina, ciudad desde la que pivotea su trabajo de trapecista.
Exestudiante de los colegios San José y Corazón de María, recorre el mundo como uno de los espectáculos favoritos del circo, algo que emergió de su espíritu artístico y aventurero.
¿Cómo fue tu infancia?
- Fue bonita, mi abuela era artista, en realidad tenía una familia de artistas con cada uno a su manera: mi abuelo era carpintero y mecánico, mi abuela tenía un taller de pintura, música y daba clases de piano y mi hermana (Mi hermana Camila Belén) y yo teníamos nuestro taller de juegos. Mi abuela se llamaba Berta Morales Petorino, formó parte de las Mujeres por el Arte en Antofagasta, mi abuelo era José de la Huerta.
¿Cuál fue la principal enseñanza de tus papás?
- Mi papá murió hace un par de años, se llamaba Jorge y mi madre, María Cecilia. De mi papá están las gracias por la vida, le agradezco eso. De mi madre, como mujer, seguir su ejemplo. El aprender de la vida, de todo lo que me dejaron ser, el amor que me brindaron.
¿Y cómo llegaste al arte del trapecio?
- Salí del colegio, decidí estudiar danza y me fui a Buenos Aires, Argentina a hacerlo. Estaba haciendo la carrera, mientras hacía millones de cosas más, como todo estudiante y como hobby, en un asunto extraprogramático, tomé un curso en una escuela de circo. Entré a preguntar por clase de tela, de acrobacias o algo así, que yo creía que tenían que ver con la danza.
Era un espacio vacío, un galpón grande y estaba un viejito al que le pregunté por información y él me dijo que no había nadie, pero él me podía dar clases y que empezáramos ahora. Le respondí que no estaba preparada y que sólo andaba buscando información.
Bueno resultaba que él era el dueño y fundador de la escuela, muy simpático, muy entrador y conocía Antofagasta. Me dijo que comía en Baquedano con Maipú. Me enamoró, empecé a tomar sus clases y fue mi primer maestro, me incentivó todo el tiempo. El murió hace dos años se llamaba Oscar Videla, fue el fundador de la Escuela de Circo Criollo de Argentina.
Y ahí no paraste más me imagino.
- No, partí un fin de semana con un trabajo en un evento, por mucho tiempo y fue tomando cada vez más presencia el circo. Después me fui a estudiar a otros lados también de circo, formé mi propia compañía (Apariciones) y giramos por Europa en diversos festivales.
¿En cuántos países ciudades te has presentado?
- Un montón, principalmente parte de Europa, acá en América empecé en Argentina, Brasil, Uruguay, Chile. El año pasado estuve en Punta Arenas que no la conocía, es decir, de norte a sur, lugares muy distintos. Íbamos a ir a México este año, Estados Unidos y Canadá pero no pudimos por el coronavirus, seguirá presente cuando se pueda arreglar todo esto.
¿El trapecio da un poco de miedo es peligroso como se lidia con eso?
- Creo que uno se acostumbra, aunque no debemos acostumbrarnos tanto porque debe haber mucho respeto. El circo en sí, es cotidianidad, es vida y por eso todos los días me levanto temprano y entrenando.
¿Qué echas de menos de la región?
- Acabo de llegar y ya comí ceviche, pescado frito que consiguió mi madre en Coloso. Echo de menos los frutos del mar, los erizos y el vino, las sopaipillas, los completos.
¿Y qué espacio geográfico extrañas?
- Todo porque son paisajes súper extremos. Las dunas, el cerro con el mar. Yo muestro esas postales y digo que soy de acá, o las fotos panorámicas de la ciudad. Extraño tener vida de mar. En Europa fui al mar, pero el Mediterráneo es como una piscina a mí no me gusta es caliente, yo quiero el mar con agua fría, con olas, ir a hacer bodyboard.
Hemos pasado por días y semanas muy complicadas por la pandemia, ¿qué cosas has aprendido en este tiempo?
- Ha sido un tiempo difícil de mucha ansiedad al principio. Tenía todo planeado, la agenda ocupada hasta agosto y creo que lo que más aprendí fue a reinventarme. Hacer esas cosas, incluyendo aquellas que antes se hacían en las casas como bordar, tejer, hacer el aseo, la huerta, la masa madre, todas esas cosas y me gustan. Y las disfruto.
¿Qué identifica a los nortinos?
-Todos sabemos lo que es el "pupo". Nos identifica tener ese amor al agua, el ser chango, atacameño y bien nortinos y a veces el "llamo en la frente", nos identifica el disfrutar cada cosa.