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Aumento de la pobreza en el país

El Banco Mundial destacó que los efectos de los confinamientos implicarán un retroceso de cinco años de avance en esta materia para Chile. Las situaciones más complejas se vivirán en las regiones de Ñuble y La Araucanía, donde uno de cada cuatro habitantes de la zona son pobres (más del 20%). En Antofagasta subiría hasta el 7,4%.
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La región, el país, el planeta estarán sufriendo los rigores de una pandemia cuyos impactos no son sólo sanitarios, también económicos, aspecto que puede ser algo más complejo al involucrar y afectar a una mayor cantidad de personas.

Para Chile, el golpe que significará este fenómeno bien podría implicar el retroceso de casi media década, aunque las implicaciones no están del todo claras.

El Banco Mundial proyectó en un informe, titulado "La Nueva Cara de la Pobreza en Chile", que en el país unas 800 mil personas caerán en pobreza a raíz de la crisis económica originada por la pandemia del coronavirus. Solo en la Región de Antofagasta, explica el informe, la población que pasará a estar en esta condición aumentará de 4,6% a un 7,4%, unas 16 mil personas, aproximadamente.

En el año 2019, el país tenía una pobreza de un 8,1%, pero este año esa cifra subirá a un 12,3%, producto de la crisis económica desatada por los extensos confinamientos.

La cifra sería más alta, según detalla el informe, si el Gobierno no hubiera actuado, ya que sin sus medidas, la cifra podría ser de un 17,9%, efecto en el que también ayuda el retiro del 10%, con toda seguridad.

Lo proyectado por el BM implica un retroceso de cinco años para los esfuerzos del Estado en disminuir la pobreza.

Una nota de este Diario dio cuenta que las mujeres y los jóvenes sin educación tecnológica podrían ser los principales sectores golpeados por esta nueva realidad. Las mujeres cada vez lideran una mayor cantidad de hogares, cargan con hijos menores, al tiempo que hay grandes segmentos de la población que no saben desenvolverse en un mundo hiper conectado. Tal ignorancia es hoy fatal para abrirse posibilidades.

De modo que enfrentar esta realidad exigirá políticas más focalizadas pensando en esos grupos y otros, lo que probablemente no solo significará la entrega de subsidios, sino de educaciones específicas para quienes hoy no tienen herramientas tan urgentes para poder desenvolverse.

La pobreza de hoy no es la misma de hace 20 años y, por lo tanto, demandará otras maneras de abordarla.

Las dos pandemias

"Este es el terreno en que se cocinan las violencias, el lugar donde la mujer debe poner el cuerpo". Jimena Silva Segovia, Escuela de Psicología UCN, Dra. En Antropología del Género, Mg. en Género y Cultura
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En los últimos 12 meses de pandemia, se estima que 243 millones de mujeres han experimentado violencia de sus parejas. En este contexto, los casos se han expandido en todo el mundo y en el caso de Chile, también: hasta octubre se registraron 31 femicidios consumados y 117 frustrados.

El escenario actual fuerza a la mujer a compartir las 24 horas del día y por tiempo indefinido con su principal agresor, enfrentando, así, una doble pandemia que amenaza su sobrevivencia. Como consecuencia, la mujer, confinada en el espacio de lo privado, ha debido asumir las dimensiones del trabajo, crianza y pareja en un contexto que no ha superado los mandatos del patriarcado ni la estructura de orden social capitalista moderno en la que se sustenta.

Este es el terreno en que se cocinan las violencias, el lugar donde la mujer debe poner el cuerpo. En su reingreso casa-adentro, corre el riesgo de perder su lugar de reconocimiento y prestigio como trabajadora con salario, dejando de ser percibida como una igual. En este espacio, se diluye su cuota de libertad y se materializa la falta de autonomía, disminuyendo su capacidad de activar redes de protección, quedando expuesta a distintas formas de violencia, ésas que destruyen la seguridad intrapsíquica y paralizan.

Por todo esto, ningún sector social es capaz de abordar por sí solo esta otra pandemia. Al contrario, debiese ser intervenido intersectorial e interdisciplinariamente, garantizando la transversalidad en su atención. Para esto, será necesario que la base metodológica que guíe la intervención supere algunas debilidades presentes en las alternativas ofrecidas en la actualidad. En primer lugar, se debe superar la perspectiva de conciliación tal y como se ofrece en las instituciones responsables, aceptando y poniendo en cuestión la lógica sistémica donde se cierne la violencia. Tampoco es aconsejable concentrarse en la penalización, pues esta alternativa impide que el grupo familiar pueda comprender el entramado de sentidos que configuran su vinculación violenta. Por ello, el modelo de intervención tendría que favorecer la comunicación por parte de quienes experimentan violencia, transmitiendo una actitud que ofrezca un viraje profundo sobre el modo de asumirla y afrontarla; es decir, contrario a la actitud habitual de rechazo inmediato del fenómeno y de concebirlo como algo ajeno al ser humano. Cuando se reconoce a cada uno en su subjetividad, se puede focalizar en el conflicto más que en los estados emocionales de sus miembros, viéndose la familia con mayores y mejores recursos para afrontarlo.

No + violencia contra la mujer

"Por el respeto y mayor valoración de la mujer, démonos un espacio para reflexionar". Arnaldo Canales, Director ejecutivo Fundación Liderazgo Chile
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Según estadísticas dadas a conocer por diversos medios de comunicación, entre el 1 de enero y el 18 de noviembre del presente año, el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género dio cuenta de un total de 35 femicidios en Chile. A su vez, la Red Chilena contra la violencia hacia las Mujeres sumó 9 casos más.

Esta lamentable realidad es sólo un síntoma del descontrol que existe en la sociedad en materia de protección hacia la mujer, hecho que resulta altamente preocupante al conmemorarse este miércoles 25 de noviembre el Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer.

Y en este marco, las cifras en Chile sólo evidencian la cruda realidad de un problema que ya se ha vuelto estructural: los 128 femicidios frustrados contabilizados por el Ministerio de la Mujer hasta el 18 de noviembre, demuestran que las campañas que se han realizado a la fecha, no han tenido el impacto requerido.

Toda esta información se convierte en argumentos suficientes para que diversos municipios estén implementando planes pilotos de protección y auxilio para potenciales mujeres víctimas de algún tipo de violencia, ya sea física, sexual, económica o psicológica.

Sin embargo, no cabe dudas que urge la entrega de herramientas socioemocionales desde la primera infancia. Es decir, trabajar las emociones morales que nos permitan manejar mejor la impulsividad, la ira, la deshonra, la vergüenza y la frustración.

De este modo, se podrá establecer en el núcleo familiar que ciertas conductas sociales son inaceptables, como la violencia a la mujer o el bullying (en el caso de los niños).

Asimismo, se debe promover que los testigos de este tipo de actos sean los principales gestores de este cambio conductual, así como las familias deben propiciar espacios de reencuentro, minimizando así los actos de violencia.

¿Por qué insistir en que la promoción de la educación emocional en todas las etapas de vida del ser humano sería una solución a este problema y a otros vinculados con la violencia?

Pues porque este conjunto de herramientas se enmarca en el respeto y valoración de los derechos humanos, en la diversidad multicultural y en la paz, capacitando a las personas para conducir su vida en forma plena, para convivir y participar en forma responsable, tolerante, solidaria, democrática y activa en la comunidad.

Un experto en esta materia, como lo es el español Rafael Bisquerra, actual presidente de la RIEEB (Red Internacional de Educación Emocional y Bienestar), señala que el desarrollo emocional es indisociable con el desarrollo global de la persona:

Es un ser integral que abarca el cuerpo, las emociones, el intelecto y el espíritu y, bajo esta premisa, la educación debe atender a la educación de los afectos, favoreciendo la capacidad de identificar y expresar los propios sentimientos en forma auténtica y adecuada.

Por ello, por el respeto y mayor valoración de la mujer, démonos un espacio para reflexionar en torno a nuestras emociones, procurando atender las carencias que sobrellevamos, y así buscar esos espacios de paz y fraternidad tan necesarios estos días para las mujeres y para la sociedad en general.