Males, enfermedades, curas
En conversación de veteranos, amenazados de muerte por esta pandemia "made in China", la memoria nos llevó a épocas pasadas, para hablar de males y remedios. De curaciones y "secretos".
Y a decir verdad, nos fuimos bien atrás en los tiempos.
Entonces, comenzamos hablando de la "lipiria" y los dolorosos "ataque al hígado", provocados por los altos consumos de grasa. Hubo quienes dijeron curarla con hierbas -como muchos otros males- y otros hablaron de algunos "secretos" que aseguraban sorprendentes mejorías en los afectados.
Salieron a la palestra los "empachos", que afectaban a los niños. Hubo ancianas que "quebraban el empacho". Tomaban la guagua y la colocaban boca abajo, sobre sus piernas. Le hacían masajes y friegas en la parte baja de la espalda, untándola con lejía (cenizas) y murmurando oraciones "que no entendía nadie". Lo cierto es que el niño enfermo "arribaba" en unos dos o tres días, para tranquilidad de todos.
Pero "saltaron las agujas" cuando alguien habló de la "Ora", algo así como la "parálisis facial" de nuestros tiempos. Porque, para remediar los antiestéticos efectos en la cara -párpados y labios caídos- recomendaban frotaciones…¡Con una "pata de guanaco"…! Más simple era el remedio para la tos convulsiva: andábamos todo el día chupando una bellota de "Eucaliptus", que hasta nos mejoraba el aliento, dejándonos un saborcillo mentolado. O para el caso del "aire" en los ojos, colocando el papel de una colilla de cigarrillo bajo el párpado inferior… O el "aire" en los oídos, que se remediaba con la ayuda de un cucurucho de papel… ¡Encendido!... Se decía que "el tiraje", extraía el aire acumulado en el oído medio.
Soy escéptico, lo confieso. A mis años, me cuesta concebir y aceptar aquellas curas. Pero en mi infancia sufrí una tremenda infección estomacal. Las manos sabias de la abuela Amalia, la leche generosa de una perra parida, llamada "Baronesa" y un dedal de cristal en que bebí aquel fluido animal, me sanaron hasta el día de hoy… Por eso afirmo, con honestidad y nula vergüenza, que "tengo guata de perro".
¿Se dan cuenta…?
Jaime N. Alvarado García Profesor Normalista - Periodista.