Adiós a la verdad política, bienvenida la democracia
"La democracia dice adiós a la verdad política, ya que los asuntos asociados a este dominio son dinámicos". Patricio Peñailillo, Integrante de la Sociedad Chilena de Filosofía Jurídica y Social
El mundo político, social y económico es inestable y fluctúa en tiempos acotados y finitos, lo que hace que, por ejemplo: la democracia sea el espacio del reacomodo permanente de acuerdo a las necesidades que la propia dinámica política, social y económica exige. Por lo que la democracia es ajena a toda verdad absoluta e inamovible -como diría Vattimo-, pues si aquello fuese distinto, entonces sería mejor confiar el Estado a los expertos, a los reyes-filósofos de Platón o a los premios Nobel de todas las disciplinas para hacerse cargo del gobierno y asegurar el éxito. Pero la realidad política contemporánea va en una dirección distinta, pues la valorización de la democracia como forma de gobierno ampliamente aceptada en el mundo contemporáneo, no requiere de estos expertos conductores en los asuntos de la administración de la polis porque no hay una verdad política. Cosa distinta es cuando se dice que un gobierno es científico de acuerdo a los resultados que puede proyectar y lograr en el período que dicha administración esté instalada. Pero aquello no implica que los gobernantes que logren dichos resultados sean científicos, sino sólo se refiere al cumplimiento de lo prometido o cierre exitoso de los compromisos contraídos por parte de quienes ejercen el poder.
En el siglo pasado, los ejemplos paradigmáticos de proyectos políticos totalitarios fueron los que se llevaron a efecto sobre la base de una "verdad" indiscutible del cómo debe ser organizada la vida política sin que aquella partitura pueda ser modificada. De acuerdo a esas verdades no cuestionadas operaron los totalitarismos como el comunismo soviético, el nazismo en Alemania y los fascismos con diversos rostros que en los hechos fueron probadamente unos infiernos, donde la constante no fue sino el pensamiento uniforme y la presencia de la voz única del pastor de un rebaño que conduce y acoge las ovejas sólo si éstas no rompen la estructura del grupo y corrige a las que se salen de la ruta, castigándolas por su desobediencia en el sistema penal del Gulag soviético o en el Arbeitsdorf nazi o en la represión ejercida por las dictaduras africanas y latinoamericanas con los opositores y disidentes.
Ciertamente que cada una de estas formas de control extremo respondieron a propósitos y distintas prácticas: el primero con una sobrevaloración del Estado por sobre el individuo, el segundo con un culto por la técnica desafectada de los ideales humanistas y el tercero, mayoritariamente respondiendo a una multiplicidad de intereses particulares de los dictadores.
En consecuencia, la democracia dice adiós a la verdad política, ya que los asuntos asociados a este dominio son dinámicos, inestables y que lo que uno espera a veces no se cumple y para lo incierto siempre hay un dios que abre la puerta según la sentencia de Eurípides, poeta trágico griego.