Matías Rafide
En la Universidad del Norte de Antofagasta, allá por 1963, fue común que su alumnado hablara del profesor Matías Rafide Batarce (Curepto, 5-XI-1929. Santiago, 31-III-2020). De él sólo había leído "La Noria" (1950) y, aprovechando su reciente edición, me deleité con "El corazón transparente" que Sabella había incluido en "Hacia" N° 31, (30.06.1960) Un libro indispensable para aventurarse por su poesía. En una de sus composiciones nos dice: "Qué dura soledad la de no verte./ Laberinto de amor, fuego y cilicio./ Vivir en breve sueño, sólo indicio./ Pensar la rosa en fuga hacia la muerte." Luego avancé un paso leyendo una decena de sus títulos y recién en Arica, un 29 de agosto de 1986, nos conocimos y él me dedicó un ejemplar de "Antevíspera" en su segunda edición de República Dominicana.
Matías Rafide fue un personaje de sólidos principios y su poesía, desde su obra inicial se potencia con una pátina axiológica que le adiciona atractivas facetas que son una garantía para progresar culturalmente. Caso emblemático aporta "La Noria", con "Cabalgan por la ruta de mi sangre", respetuosamente dedicado a sus padres y donde cada uno de sus pareados vale por un poema de raíces orientales. Los progenitores de Matías y el padre de su amigo Sabella tuvieron su querencia en la vieja Jerusalén. La sangre tira y crea conciencia y, por eso, Matías dice: "Cabalgan por la ruta de mi sangre/ cien generaciones de invisibles camelleros." Era un cureptano de alma universal capaz de esta afirmación vital: "Y siento que el Oriente gravita en mis entrañas,/ y se asoma a mis ojos la angustia del desierto."
La sociedad lo conoció como un intelectual que a los 20 años aportaba su primera obra de creación poética. Larga fue la senda de la poesía recorrida. Su aporte superó las siete décadas y compartió honores con la mejor poesía de las recientes generaciones literarias nacionales.
Capítulo aparte merece Rafide en el plano pedagógico. Para ese universo sus aportes fueron generosos. Allí se inscriben sus obras antológicas, sus volúmenes de estudios estilísticos, sus obras bio-bibliográficas, sus textos monográficos y ensayísticos, sus abundantes conferencias y muchos de sus artículos y crónicas. Para dar una cifra, hablamos de un medio centenar de títulos y, en función de ese aporte cultural, le dedicamos estos renglones.