Inspirados en el presente del apóstol Santiago
"Ser una Iglesia que se acostumbre a «acompañar», a «escuchar» y «servir» desde el silencio". Óscar Blanco Martínez, Obispo de Calama
Hoy celebramos la memoria del apóstol Santiago el Mayor, galileo, hermano del apóstol Juan, hijos de Zebedeo y Salomé, testigo de primera mano de grandes momentos con el Señor, como la resurrección de la hija de Jairo, la transfiguración y testigo de muchas apariciones de Jesús resucitado. Un gran apóstol y misionero, que la tradición medieval lo ubica evangelizando la Hispania, y aunque se le sitúa muriendo mártir en Jerusalén por órdenes de Herodes Agripa I entre los años 41 -44, una bula del papa León XIII (1884) declara que los restos encontrados en Santiago de Compostela, pertenecen al apóstol.
Pero más que los datos, lo que nos atrae resaltar hoy es la calidad de testigo evangelizador de este santo, patrono de muchísimos lugares y que sigue atrayendo por su calidad de ser de aquellos que estuvieron con el Señor y al cual, junto a su hermano Juan, Jesús les invitó a beber del cáliz de la pasión y ellos estuvieron dispuestos a sellar con su vida, el privilegio de haber amado a su Señor…
Qué falta nos hace saber reconocernos amados por Dios y transformarnos en sus alegres testigos sirviendo a los hermanos. Por aquí caminan los nuevos derroteros de nuestra vida eclesial, después de los grandes remezones que debieran marcar con sencillez el paso de la Iglesia, que busca ser de verdad más humilde, sin desear los «triunfos» en este mundo y con una profunda vocación de servicio. Ser una Iglesia que se acostumbre a «acompañar», a «escuchar» y «servir» desde el silencio. Recorrer la senda del Verbo eterno de Dios que, encarnándose en lo débil, se hizo uno de nosotros para rescatarnos a todos, y poner al alcance de los hermanos la misericordia de Dios, que por sobre todo ha querido siempre la dignidad del ser humano y de su entorno ecológico. Recorriendo su carta nos enseña que, para amar a Dios no podemos separarnos del amor a los hermanos. Superando la permanente tentación de alejar la fe de la vida cotidiana. La preocupación social, es inherente a la fe. Aquí radica la genialidad cristiana.
Testigos alegres del encuentro personal con Dios es lo que sella la calidad del apostolado moderno. No testimoniamos un cúmulo de ideas o sistemáticas prácticas religiosas. Queremos ser personas que cuentan al mundo que lo quiera oír, lo que ha significado un encuentro personal, una relación de amistad generosa y amorosa por parte de Dios, que cuando ama no se retracta ni olvida. Una actitud de vida, que pueda inspirar permitiendo que este mundo sea mejor y más humano. La evangelización de los pueblos adquiere un sabor a tierra y manos cansadas del trabajo cotidiano, que resulta inspirador, para quienes viven paralizados en existencias rutinarias. Vivir la fe, significa amar concretamente y nos llena de alegre inspiración.