El justo propósito de la poesía
"En esa actitud, de la palabra por debajo del tamiz, surge la precisión poética, como descubrimiento, del poeta Miguel Morales Fuentes". Francisco Javier Villegas, Profesor y escritor
Leer poesía, afirman quienes lo hacen, no es un acto raro. Es surgir en una revelación donde sobrevienen los intentos por encontrar armonías y desarmonías de la realidad, aunque el mismo lenguaje sea una contradicción intermediada. En esa actitud, de la palabra por debajo del tamiz, surge la precisión poética, como descubrimiento, del poeta Miguel Morales Fuentes. Un poeta fulgurante como pocos en el territorio del norte, que nos desborda en el riesgo de todo límite, en ese acto de hacer poesía, desde el "modo único de ser poeta".
Eso es lo que sucede cuando tenemos la ocasión de leer al poeta Morales, poeta residente de esta ciudad, desde los años setenta, casi como una cuestión de azar o de deseo por permanecer en estas comarcas de colinas parduzcas y mares resonantes. Un poeta de profundidad llenando la incerteza en esta fragilidad de no saber hacia dónde vamos o como un poeta asumiendo la estrella de la esperanza en el indudable arte de los objetos apropiados por su palabra. Se trata de decir que la poesía de Miguel Morales Fuentes, la del poemario "El herrero y su noche", tiene el aliento profundo de la conciencia asumida de que la poesía es arte y vida.
De gran manera, el poeta Morales Fuentes ha vivido en el sentido de lo que le ha otorgado su propia existencia: la de "vivir poéticamente" con fidelidad a la palabra y a su propia familia en armonía humana y poética. Sus versos lo trasuntan evocando, de alguna manera, a ese otro poeta mítico llamado el "chico" Molina. Nada más expresivo en su lírica, con legítima dimensión, que la intimidad de sus versos en zozobra como asistiendo a un tiempo en que solo hay "un horizonte de ventanas y lámparas suicidas".
Es posible que el autor de poemarios como "Los versos del tipógrafo huraño" o "La elegía y el regreso", libros de lenta revelación, en que temas como la nostalgia, deseo, soledad, destino, el desbordado Sur y la amorosa y caprichosa melancolía sean conciencia de la fruición rítmica, del amor y de su modestia llevadas por ese paraíso perdido, que cantan los poetas, encontrando en sus textos, imaginación y sensibilidad, una naturaleza arrancada desde los mismos instintos para regresar a los recuerdos inevitables, a esas imágenes que el poeta prefigura con evidente espíritu de profundidad.
Los textos del poeta Morales Fuentes provocan la posibilidad de decir que existirán distintas alquimias, distintas voces, para recoger esta vida y realidad decantada, con la presencia y fuga de un hablante lírico dominante, con una fidelidad equivalente a toda circunstancia, con ojos que descifran toda nuestra incertidumbre humana. Ahora, el poeta está a punto de cumplir 82 años y desde una mesa de libros, en un café del centro de esta ciudad, me regala sus versos, en un tiempo frágil e insondable, para mirar nuestro destino sucesivo en nombre de la vida y de ese "cálido elemento" en que podemos divagar o temblar en el desierto.