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"La desazón de ser anónimos"

Adelanto del libro "No aceptes caramelos de extraños" Por Andrea Jeftanovic.
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Han sido muchas las veces que he creído que es el último encuentro, pero al final siempre estás esperándome sobre el escenario. Otras veces yo he querido desistir, pero no logro inventar algo más importante que hacer ese día. No sé, fue el descuido de las cortinas abiertas, el encuentro de ambos después de la ducha. Tú, con una toalla hasta las axilas y un vestido negro sobre la cama. Yo, cubierto hasta la cintura, las zapatillas de trotar desparramadas sobre el piso. Seguramente los dos pensamos en cerrar la cortina, pero algo nos contuvo. Nos quedamos paralizados, mirándonos fijamente. La oscuridad de esa noche cortada por la luz de nuestros dormitorios. No sabía qué hacer mientras tú movías los labios en un críptico llamado.

En un movimiento seco te despojas de la toalla, das un paso hacia adelante, quedando a unos centímetros del ventanal. Yo hice lo mismo. Antes que nada, nos reconocimos. Tu cuerpo bosquejado en líneas, achurado con luces y sombras. A la lejanía, tu cuerpo flamea. Es incómodo sentir que me investigas con curiosidad; imaginar que intentas, al igual que yo, memorizar las formas. Estudio tus dimensiones, el color de tu piel, tu figura y el fondo. Recorremos nuestras caras; primero pasando los dedos sobre los párpados, resbalándolos por la nariz; subir y peinarse las cejas, bajar y delinearse los labios. Bocetear óvalos alrededor, tantear los pómulos, unir todo en la barbilla. Las manos hundiéndose en el pelo, bajando desde la raíz, detenerse en repetidos círculos en la nuca. Cerrar los ojos, abrir los labios. Masajear el cuello, relajando los músculos, pellizcar el lóbulo de la oreja. Transitar con las yemas por el esternón, retroceder trazando un escote imaginario. Comienzas a difuminarte ante mis ojos, enfoco una y otra vez, y veo curvarse el marco. Un minuto de tregua. Te llevas el dedo índice a la boca, con las yemas salivadas dibujas aureolas, trazas caminos húmedos sobre tus senos. Yo, un paso más atrás, haciendo lo mismo. Fantaseo a la distancia con tus pezones erectos.

Imagino a todos nuestros vecinos paralizados, mirándonos apoyados en el borde de sus ventanas contemplándonos desde esas cajas negras incrustadas en estos largos y estrechos edificios. Mi cuerpo se espesa, hundo los dedos entre las costillas hasta que duela. Con los brazos entrecruzados adelgazar la cintura. Luego, estabas sentada sobre la alfombra; investigando con serenidad la planta de los pies. Te sigo. Hacer círculos sobre los tobillos; subir rápido y profundo por las piernas. Ahora, de pie. Giras. Me termino de enderezar en tu columna vertebral; una cicatriz te delimita la espalda. ¿Una hernia? Te das vuelta en el instante exacto en que estoy a punto de abandonarte. Giro, con la boca desencajada me recupero en el color de la pared. Extraño el ruido del tráfico de la calle, me pregunto si todos murieron, si somos los sobrevivientes de alguna catástrofe.

El vidrio empañándose, cada uno dejando un círculo de vaho sobre el cristal. Me ordenas que, con el reverso de la mano, desempañe; como siempre, obedezco. Estiramos los cuerpos, siento que pronto nos desbordaremos por las ventanas si esto no para. No alcanzo a preguntar por el silencio de esta noche, entonces, dejas caer apresurada una mano desde la frente hasta el ombligo, como en una gran pincelada. Solo quisiera bajar mis manos y tenerme, sostenerme entre las piernas. Pero tú me castigas con tu tiempo dilatado.

"No aceptes caramelos de extraños"

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Los once relatos de "no aceptes caramelos de extraños" abordan los límites y desbordes del deseo y la angustia.

en Europa, me acordé mucho del caso de Madeleine McCann.

- ¿Cómo lo haces con la corrección política actual y la sordidez de tus cuentos, donde hay niños que manifiestan sus celos, deseos de matar, ambigüedades…?

- Creo que el peor corrector es el interno, el de uno, porque con los editores nunca he tenido problemas de ese tipo, no me han pedido bajar la intensidad de los personajes o alguna imagen, o palabra. Aunque tampoco soy de esos autores que "a mí no me mueven una coma", sino que agradezco un editor presente que se dé el trabajo de leer, repensar.

- Me llamó la atención algo: tú tienes hijos.

- Por mucho que uno se disocie como autor y como persona, hay mucha relación… Ahora ya me relajo y dejo que piensen lo que quieran. Antes me daba mucho pudor cuando la gente pensaba que esto era autobiográfico. (…) Pero hay un corrector interno con el que luchar porque soy mujer, tengo hijos, familia. (…) Me parece súper interesante que en la literatura uno puede ser bien transgresor sin dañar a nadie y superar, o poner en jaque, a ese corrector interno que es el de las maneras, de cómo se dicen las cosas, el súper yo. Dejo que gane la exploración, porque no todos los libros tienen que ser igual de escandalosos y esa búsqueda es lo que me motiva a escribir.

- La neo-novísima literatura chilena está muy centrada en la pobreza material y "No aceptes caramelos de extraños" habla de la clase media. ¿Cómo ves este cambio generacional?

- Siento que es un espacio que se abrió y era necesario, porque hubo una época en que la literatura chilena era pura élite. Pueden ser genios, como (José) Donoso: él escribe de la élite, pero es un genio literariamente y hace pedazos a la élite. La nueva narrativa tuvo más de clase media acomodada. Entonces, creo que este cambio (de ahora) es importante. Igual que la Convención (Constitucional): allí tienen que estar todos para que se genere una conversación. En los años 90 éramos el "jaguar" (económico). Estábamos muy "engrupidos": hubo poco espacio para la marginalidad. Al mismo tiempo que se producía una nueva carencia urbana, la que llevó al estallido (del 18 de octubre de 2019). Ahora creo que viene un nuevo relato sobre el narcotráfico y la migración.

- ¿Pero por qué todos los personajes tienen que ser pobres?

- La mercadotecnia uniformiza también. Ahora te aseguro que están tomando (para publicar) todo lo mapuche, porque está de moda. Está bien, es necesario, es una deuda (histórica), pero se uniformiza todo y cada escritor va a ir a buscar un ancestro que nunca le hizo mucho eco. Yo misma me sentí metida en la literatura "de los hijos (que crecieron durante el régimen militar)" o de "matar al padre"…

- Hablas del incesto, los celos entre hermanos, el asesinar al amante. ¿Qué tabúes crees que faltan por romper en la literatura chilena?

- El cuento sobre el incesto yo lo relaciono más con la impunidad. Vemos a cada rato que la justicia para los ricos y la justicia para los pobres es tan distinta. Nunca pensé en este padre y esta hija como perversos. Para mí era muy importante el mundo que veían a través de las noticias y la televisión. Ese constante abuso de los poderosos. A las personas comunes y corrientes nadie los va a defender, ni les va a creer. (…) Estamos súper adormecidos con la impunidad: pensemos en las clases de ética para los empresarios… Tal vez falta un (José) Donoso ("Casa de campo"), una novela sobre la clase alta ahora. Yo creo que nos han dado material de sobra y la han sacado muy gratis. La literatura es dar la pelea desde lo simbólico.

- Hoy como que todo el mundo habla con el tono de estar diciendo algo histórico.

- Me aburren estas conversaciones de las grandes estructuras, porque la literatura es todo lo contrario: detalle, micromundo. En Twitter todos se creen dueños de la verdad, no soy alguien que se va a fanatizar por ningún político ni candidato, ninguno me gusta 100%. Votaré, pero como cualquier ciudadano. Me interesa mucho más la micropolítica, el WhatsApp de mi barrio, donde se acordaron medidas para el 18 de octubre, la pandemia y ayudar a las pymes.

una de las historias pone en el centro a una niña perdida.

Andrea Jeftanovic

Ediciones UDP

196 páginas

$16 mil

viene de la página anterior

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"Ahora yo me relajo y dejo que piensen lo que quieran. Antes me daba mucho pudor cuando la gente pensaba que esto era autobiográfico".