Los errantes
"El salmista nunca olvidó los mandamientos, a pesar de errados y extraviados caminos".
Yo anduve errante como oveja extraviada; busca a tu siervo, Porque no me he olvidado de tus mandamientos. (salmo.119)
Leer estos versos del salmo, me produce un especial y grato efecto, algo sucede, me lleva suspendido al momento sin bautismo. En el andén errante de los recuerdos, vivía buscando el tren que me llevara a un destino con destino; Un lugar que tuviera esa luz de paz que ilumina el alma ciega de un peregrino errante que encuentra la nada en todas partes, ningún lugar en todos.
El salmista a diferencia del errante caminante, nunca olvidaba los mandamientos de Dios, escritos con rojo carmesí del sello divino. ¡Busca a tu siervo! Es el clamor del hijo perdido, ¡búscame Padre, que extraviado y errante estoy! Y fue buscado y encontrado, la luz de la vida que ilumina a todo hombre despertaba en su extraviado corazón.
Errante peregrino, en el andén pensante estaba, unas manos le tocaban, unos ojos le miraban, unos labios musitaban: ¿Andas perdido? Estaba solo sin andenes ni trenes, no había nada, no había nadie, sólo escuchaba a lo lejos como un eco que se apaga: No estés angustiado, "Jesús es el camino la verdad y la vida, no le cierres la puerta, él da una vida nueva, sólo dile que sí" envuelto en un torbellino desconocido me dejé llevar, se borraban los andenes, y los trenes, los rieles desaparecían; la cruz de Jesús resplandecía a la extraviada existencia de una criatura sin Dios.
Desde entonces, algo que siempre está conmigo es lo que el salmista proclama a todos los vientos, edades y tiempos, "Porque no me he olvidado tus mandamientos" sean tiempos de dulce y agraz, él está con quienes confían en él y le obedecen. Cada día en Cristo, no es un día perdido de insaciable búsqueda, cargando a tu espalda el insoportable peso de frustradas decisiones. Jesús clama por ti, "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga" (Mateo 11).
El salmista nunca olvidó los mandamientos, a pesar de errados y extraviados caminos, nunca rompió en este mundo, el vínculo perfecto que nos une mediante su Espíritu Santo en línea directa con El Padre, con el único y sabio Dios, el vínculo de la oración; esa unión inquebrantable entre nosotros y el Creador. Aquel ser que nace de nuevo, aquel ser que le abre el corazón a Jesús, Él lleva a su cruz, tu vieja vida cargada de culpas, maldiciones y pecados que matan progresivamente el alma.
El peregrino errante nunca pensó e imaginó que: "Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo" y que le buscaría a él, un errante más de tantos. Ahora es tu turno, Jesús te ama y te busca, ahora.
Sergio Lagos Luciano,
Pastor Evangélico