Los costeros ofrecían pescados, mariscos "en conserva" y pieles de animales marinos. Los altiplánicos a su vez intercambiaban frutos secos, lanas y maíces. Estos constituían las mercancías que, en su gran mayoría, eran transados en el oasis de Pica entre el 900-1450 d.C.
Estas son parte de las conclusiones del estudio "Tráfico, movilidad y dieta entre el oasis de Pica y la costa árida del desierto de Atacama", publicado recientemente por el arqueólogo premio Nacional de Historia y académico de la Universidad Católica del Norte (UCN), Lautaro Núñez en la revista 'Latin American Antiquity', de la Universidad de Cambridge.
La investigación se centró en el tránsito de caravanas donde mediante el análisis de vestigios arqueológicos, se pudo establecer el modus de vida de sus extintos habitantes.
"Desde 1985 a raíz de mi tesis doctoral, defendida en Japón, mantuve activamente las investigaciones sobre el tráfico andino prehispánico sustentado a base de las caravanas de llamas. Así fui comprendiendo que en distintos desiertos del mundo esta forma de trasladar cultura, recursos y protagonistas humanos habría ocurrido a través de largas distancias que cruzaban espacios desérticos como el gran desierto de Atacama", explica el académico.
Habitantes
Sobre los análisis realizados a los viejos vestigios, el estudio consideró diferentes líneas de evidencias: fechados radiocarbónicos, isótopos estables para el estudio de dieta y movilidad, y sus relaciones con los contextos funerarios. Los resultados presentan una alta variabilidad en la dieta de grupos que consumen recursos mixtos marinos y terrestres, además de maíz.
El análisis consta que, quienes habitaban la zona "la cultura preincaica llamada precisamente Pica-Tarapacá ocupaba los valles y oasis bajos con una base agraria excedentaria (ej.: maíz). Sus aldeas complejas y avances culturales y tecnológicos en los últimos seis siglos prehispánicos dan cuenta de un desarrollo propio de las sociedades basadas en la agricultura. Por otra parte, tanto en el litoral como en las tierras altas limítrofes, se desarrollaron otras culturas que también mantenían excedentes, estimulando el surgimiento de prácticas de intercambio con beneficios para todas las comunidades conectadas".
En este aspecto, el comercio entre quienes habitaban la zona costera de la región de Tarapacá y quienes poblaban el sector cordillerano se daba, por lo general, en el oasis de Pica, al ser este un punto intermedio entre ambos extremos.
Lautaro Núñez explica al respecto que "la movilidad observada a la latitud del oasis de Pica, se contactaba con la costa híper-árida donde acogían los contactos con estos agricultores interiores. De un modo diferente, en los valles y oasis los excedentes agrarios descendían principalmente junto a llamas cargueras criadas allí mismo a partir de los contactos con el altiplano, donde estos rebaños eran muy densos. Esta adaptación de estos animales de carga en el oasis permitió establecer una red regional con rutas transdesérticas, en donde se elaboraron grandes y sofisticados geoglifos vinculado con los ritos caravaneros".
Asimismo agrega que "las llamas, a diferencia de los camellos, no se montan, de modo que la movilidad se apoyó en el buen caminar y conducir caravanas cargadas en esas travesías epopéyicas a través del desierto carente de agua y otros recursos de apoyo. Junto con las operaciones de intercambio con las comunidades locales, las caravanas podían ocupar espacios productivos vacantes o asociados con otras agrupaciones para retornar con los bienes logrados a sus aldeas de origen".
Del intercambio
Así el oasis de Pica fue punto de intercambio y convivencia de caravanas de habitantes cordilleranos y costeros.
"Las excavaciones en diverso sitios asociados a las rutas han permitido reconocer bien los bienes intercambiados de aquellos que procedían del altiplano y el oriente: llamas en pie, trozos charqueados, lana, textiles, tuberosas frescas y deshidratadas, quínoa, cebil, guacamayos, hojas de coca, cerámica y otros. De la costa: pescados y mariscos secos o salados, conchas, plumas y otros. De los oasis: lanas, textiles, carne charqueada y, principalmente, el maíz utilizado o como harina para distintos usos, constituyendo un alimento generalizado y muy apreciado, tanto en la costa como en el altiplano. Por otro lado, el tráfico de tiestos cerámicos hacia el litoral fue también importante", cuenta Núñez Atencio.
"Estas comunidades agrarias localizadas en el espacio tarapaqueño desplegaron un notable protagonismo caravanero con un clímax entre los 900 a los 1.450 años d.C", señala.
Influencia Inca
El oasis tuvo contacto con la cultura Inca, siendo parte de su administración. "Para este Imperio estos espacios fueron importantes, creando asentamientos administrativos y vinculados con el traslado de tributos a través de las rutas que conducían a sus cabeceras políticas como el Cuzco. Su prioridad fue la explotación de los recursos mineros, la mano de obra y el traslado de cargas, por lo cual surgieron sus edificios con su propia arquitectura como las grandes kallankas, tambos, posadas en caminos y un sinnúmero de marcas de la vialidad incaica. En el caso de Pica, hasta ahora no se ha registrado un asentamiento con objetos estatales. No obstante, los incas lograron organizar una aldea con su respectivo cementerio para continuar con el tráfico de intercambio hacia la costa, esta vez a cargo de autoridades incas establecidas en la localidad".