Lo que más llama la atención del caso Rojas Vade -quien simuló estar enfermo de cáncer y embaucó así a quienes lo eligieron y al resto de los convencionales- no es el caso en si mismo, sino lo que ha ocurrido luego que su embuste se descubrió y especialmente después que, hace dos o tres días, Rojas vade amenazó con volver a la Convención.
La mentira de Rojas Vade no es única, ni demasiado original ni tampoco exactamente, si somos rigurosos, una mentira.
El caso es más llamativo y tiene más dimensiones de lo que su mentira revela.
Veamos.
El caso no es desde luego original. Se han conocido peores. El más conocido es el de Enric Marco. Enric Marco fue un falsario y un embustero increíble quien, a punta de mentiras, fabulaciones y medias verdades, se las arregló para travestir su vida de trabajador de la España Franquista enviado a colaborar con Alemania, en la de un sobreviviente de las mazmorras nazis. Gracias a esa mentira (que relata con maestría Javier Cercas en su novela El Impostor, 2014, pero a la que puede asistirse buceando en YouTube) logró convertirse en un personaje público, en un líder de la memoria histórica en España, alguien que presidía concentraciones en las que se recordaba a las víctimas, que aparecía en programas de televisión como un sobreviviente y acompañaba a los periodistas a Auschwitz y derramaba lágrimas al recordar la celda y el camastro que, sin embargo, según se supo después, estaban solo en su imaginación. Lo más notable, sin embargo, del caso Marco, es que cuando fue descubierto y se le encaró por sus mentiras, él sostuvo, o insinuó, que en rigor no era un mentiroso o que, si lo era, era un mentiroso que decía la verdad. Mentía respecto de si mismo, este era su argumento, pero lo hacía como una forma de revelar una verdad global ¿Acaso no habían existido víctimas españolas del nazismo? ¿no se había masacrado a los judíos? ¿Auschwitz y los campos que él visitaba sirviendo como guía de programas de televisión, no habían existido? Enric Marco pudo presumir, a la hora de defenderse, que mintió para, paradójicamente, decir la verdad puesto que nadie habría puesto atención a las verdades que él proclamaba si no se hubiera presentado, mintiendo, como una víctima ¿qué periodista habría prestado atención a las denuncias de un individuo común y corriente? ¿acaso no fue por que él mintió que pudo revelar las verdades globales de las que su mentira no era más que un vehículo, un amplificador? Enric Marco pudo creer para sus adentros que sí, que había mentido; pero lo había hecho para decir la verdad.
Es imposible no asociar el caso de Enric Marco al de Rojas Vade luego de ver el video que grabó anunciando su retorno (algo que, finalmente, al parecer suspendió). En síntesis, Rojas Vade arguyó que sí, que había mentido respecto de si mismo por la vergüenza de dar a conocer la enfermedad que padecía (y en esa vergüenza no era él, desde luego, el culpable); pero que eso no hacia de su marginalidad una fábula; ni de la gravedad y las penurias de su deterioro físico un embuste; ni transformaba sus convicciones y la verdad objetiva de lo que decía en una falsedad; ni hacía de su conducta en la calle luego del 18 de octubre, una simulación. Todo eso era verdad. Había mentido sí, respecto de si mismo; pero lo había hecho para decir la verdad respecto de lo que padecen los enfermos y promover una causa que él estimaba, y sigue estimando, justa. Rojas Vade fue un mentiroso (así él lo reconoció); pero como Enric Marco él podría decir, y algo de eso es lo que deja ver en su intervención, que es un mentiroso que dice la verdad porque ninguna de las cosas que alegó (ni siquiera la gravedad de su enfermedad), ni ninguna de las protestas que gracias a su mentira amplificó, resultó falsa.
Por supuesto ninguno de esos matices es suficiente para calmar el rigorismo moral que impera en la Convención, ninguno de cuyos integrantes, por supuesto, ha mentido nunca, ni exagerado nada, ni simulado nada, ni adoptado posturas más o menos impostadas para ganarse adeptos, ni exagerado los argumentos a sabiendas que son falacias, ni hecho trampas, ni ejecutado argucias para imponer su propia voluntad. Porque, sobra decirlo, mientras Rojas Vade sea el mentiroso irredento todos los demás pueden, al condenarlo sin matices, dar muestras de cuán morales y escrupulosos en su quehacer cotidiano son.