Cristos tallados
"Cristo tallado, en el Gran despoblado de Atacama" nos lleva a reflexionar. Es posible que algún soldado de Pedro de Valdivia, bordeando las orillas del Gran Salar de Atacama, descubrió un viejo tronco de algarrobo o tamarugo donde intuye, crucificado en las nervaduras del tronco, la imagen insinuada de un Cristo. Quiso entonces dar término a la obra iniciada por la Naturaleza y con su cuchillo terminó de tallar la imagen sagrada. Sospechamos la necesidad profunda de hacerlo, el futuro era incierto y cada día era una conquista, el sendero debía ser bendecido.
Seguramente su autor, al terminar de darle forma de Cristo al tronco del árbol, no fue simplemente un gesto para decir "yo estuve aquí". De alguna manera encierra un grito desgarrador de desamparo, que encuentra finalmente alivio en los brazos redentores y misericordiosos del crucificado.
"El Cristo tallado de Chacabuco"
La Ex Oficina Chacabuco, fue una de las más modernas en su implementación industrial y una de las ultimas en cerrarse, sin embargo no solo albergo a nuestros trabajadores pampinos del Salitre sino que después, fue un campo de prisioneros durante la dictadura militar.
A Chacabuco llegaron prisioneros que ya habían sido "tratados" en el Estadio Nacional en Santiago. Entre ellos estaba Orlando Ernesto Valdés Barrirentos, "Caliche", quien en dicho lugar había comenzado a tallar pequeñas figuras en cuescos de palta.
Al llegar a la Oficina Chacabuco divisó, en la plaza, un árbol seco que insinuaba un Cristo con sus brazos en alto. Obtuvo permiso para terminar de tallar la figura que sus ojos habían descubierto. Su Cristo tallado no es una obra realista, se acerca más al símbolo, pero no se le puede agregar ni quitar nada, está completa, el rostro esta solo insinuado.
La obra de "Caliche" ha sido dada a conocer a través de videos y documentales de Arte, especialmente en Canadá y Europa.
En Antofagasta ha sido fuente de inspiración para destacados artistas plásticos.
En momentos de desesperación, dolor, inestabilidad, Cristo es nuestra mejor compañía.
Waldo Valenzuela Maturana