Anda y no peques más
"Hoy la liturgia nos presenta una escena conmovedora, que refleja el amor paradójico hasta el extremo de Dios".
Hemos llegado al quinto domingo de Cuaresma, y la Palabra de Dios nos señala la esperanza cristiana más profunda con la que los cristianos enfrentamos la vida cotidiana: la victoria de la vida sobre la muerte, y que justo una semana antes de la conmemoración de la entrada de Jesús a Nazaret, para «celebrar» su Pascua, fiesta comúnmente llamada «domingo de ramos», nos pone en esta sintonía.
Hoy la liturgia nos presenta una escena conmovedora, que refleja el amor paradójico hasta el extremo de Dios, cuando una mujer es sorprendida en adulterio y es llevada ante Jesús, para que con su venia se la ejecute… ¿cuál es la respuesta del Señor?: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra…». Con eso Jesús ¿avala el adulterio?, ¿le da lo mismo lo que ha sucedido?... por supuesto que no. Sería muy miope esa interpretación. Jesús apunta al corazón de los interpelados y hoy dirige la misma mirada a nuestras propias acciones ante el juicio lapidario que hacemos de las acciones de los demás, lanzando luces, donde sólo ha habido oscuridad. Los que le traen a esa persona a Jesús, no les interesa la justicia, ni siquiera a las personas involucradas en el adulterio. Solo quieren tender una trampa a Jesús, para que se declare o en contra de la Ley de Moisés, o contra el poder romano que había prohibido dictar pena de muerte a quienes vivían bajo su imperio reservándose a solo ellos el poder de dictar ese tipo de sentencias…
Ya sabemos dónde converge la pregunta de Jesús. A los acusadores les quedaba consciencia, y se fueron retirando uno a uno. Pero la corona de la enseñanza de Jesús no termina ahí, sino en la pregunta que dirige a la persona acusada: «mujer, ¿dónde están tus acusadores?... Yo tampoco te condeno, levántate y en adelante no peques más» (Jn. 8, 10). El desierto que crea en nosotros el pecado, es purificado por la acción de Dios y por quien se deja empapar de su amor redentor. Jesús está cada vez más solo antes de su Pasión, porque ha tomado la decisión de «amar hasta el extremo», y todo lo que hace es amar, dignificar, perdonar, poner de pie. Verdaderamente hace nuevas todas las cosas y a todas las personas.
Qué falta nos hace dejarnos amar por Dios que eleva y enaltece, que no aprisiona ni pone grilletes de ningún tipo, que libera y no condena, que no le da lo mismo lo que hagamos, pero que nos ínsita al arrepentimiento para que Él pueda derramar en nuestra vida su misericordia… más allá del pecado que nos aniquila, Él es la vida que restituye al caído que es humilde y reconoce su caída… preparémonos de corazón a entrar en la semana mayor de los católicos, celebrando su pasión, muerte y resurrección, que nos viene a traer, en medio de nuestra vida cotidiana, nueva vitalidad a nuestra fe y nos enseña a convivir como sociedad.