El debate sobre el rol de la ciencia en un modelo de desarrollo alternativo ha surgido en distintos momentos. La verificación factual, de la pérdida de impulso del modelo puramente exportador de materias primas, la necesidad de dar mayor valor a una economía que incorpore con más decisión a la ciencia y la tecnología como pilares de diversificación. Adicionalmente, la crisis climática y pandémica, incorporaron, en el mismo debate, urgentes desafíos, como la necesidad de proteger los ecosistemas, democratizar los saberes, descentralizar los proyectos de investigación e innovación, fomentar la cultura colaborativa multi y transdisciplinaria, con una decisiva incorporación de las mujeres y que otorgue espacios protagónicos a las ciencias sociales y las humanidades, incluido el arte, en la construcción de un modelo de desarrollo integral.

El programa del presidente Boric enfatiza en este objetivo no obstante algunos importantes avances, como la creación del Ministerio de Ciencias, persiste el escepticismo de sectores empresariales y de gestión del Estado que no creen en el desarrollo de capacidades propias y desconfían de las universidades, especialmente de las públicas.

Las formas tecnocráticas y cortoplacistas de evaluar proyectos, que enfatizan lo unidimensional, sumado a ello, un perfil excesivamente individualista presente en parte importante de la academia y la disociación existente entre los objetivos planteados en los programas, los resultados esperados y las necesidades de recursos para su gestión y ejecución.

Estas dificultades son superables mediante espacios de participación que aprovechen el entusiasmo que genera la oportunidad de construcción colaborativa de un proyecto país cuyo norte sea el desarrollo sostenible, equitativo y armónico. Allí deben converger las universidades, que realizan la mayor parte de la investigación, el Estado y sus agencias, el sector privado innovador, los investigadores e investigadoras de todos los niveles de formación y las comunidades de los territorios, que mutan de objeto de estudio a sujetos de transformación.

Así, los debates constitucionales son: espacios valiosos, la gran opción de relevar el papel de la ciencia y el conocimiento en el desarrollo, rol que no puede limitarse a una cuestión sectorial secundaria, que forme parte del debate central sobre la sociedad que deseamos construir. ¿Cómo nos aseguramos que prospere el discurso abierto? Comienza con la civilidad. El civismo es el compromiso de dejar de lado la vanidad y la competitividad para trabajar juntos.

De acuerdo a la información disponible, actualmente hay 15 crisis humanitarias en el mundo. Sí, leyó bien, 15 situaciones que se han calificado de esta forma y que afectan a más de 274 millones de personas que requieren de ayuda urgente para sobrevivir. Dos de esas crisis están situadas en nuestro continente: Haití y Venezuela.

En Haití, donde se vive una crisis desde hace mucho tiempo, el 43% de la población requiere asistencia humanitaria. 4.3 millones de haitianos no tienen asegurada la alimentación diaria. Por su parte, Venezuela vive la peor crisis de desplazamiento de personas a nivel mundial en un país que no está en guerra. 6 millones de venezolanos han salido del país y para este año se prevé que la cifra aumente a 7 millones. Además, al interior del país hay otros 7 millones de seres humanos que necesitan asistencia.

Una crisis humanitaria es una situación que genera sufrimiento, vulnerabilidad de niños, mujeres y ancianos, pobreza y la necesidad de escapar y es, por más que aflija a países determinados, en realidad un mal que nos afecta como miembros de la especie humana.

No debemos olvidar, además, que las actuales crisis humanitarias se desarrollan en un contexto de dificultades sanitarias globales, lo que agrava los padecimientos humanos.

En este tipo de coyunturas sociales e históricas las respuestas nacionales no bastan. Por el contrario, se requiere una acción política coordinada y decisiva a nivel internacional. Y esa acción debe ser oportuna. En esto hay que ser claros: no hemos sido lo suficientemente rápidos en la acción.

Frente a esta situación, surgen varias preguntas: ¿Qué debemos hacer? ¿Qué responsabilidades tenemos? A lo menos debemos saber cómo enfrentar la que vivimos hoy y prepararnos, lamentablemente, para las que vendrán ya que, con toda seguridad, ocurrirán otras en un mundo tan frágil como el actual.

Nosotros destacamos que nuestra respuesta debe ser siempre ética y, creemos, que el deber de protección de los Estados hacia las personas es la única respuesta éticamente sostenible. Y ese deber no distingue nacionalidad.

Hace pocos días se realizó un seminario especialmente dirigido a funcionarios de Carabineros, que denominamos "Crisis humanitarias: DDHH y función policial", el que se enmarca en la relación coordinada y colaborativa que hemos forjado desde hace más de un año con institución uniformada en la región de Antofagasta.

Somos conscientes del rol de Carabineros en el resguardo del orden público, pero también sabemos que son ellos, probablemente, los primeros y, muchas veces, el único contacto de quienes ingresan a nuestro país en búsqueda de una vida mejor.

También sabemos de la resistencia que, en no pocos, genera la migración hacia nuestro país y de la reiterada búsqueda de vinculación con la criminalidad. En el último tiempo se ha radicado en los ciudadanos venezolanos esa negativa mirada social. Debemos decir que la población estimada de venezolanos en Chile alcanza a más de 550.000 personas. Sin embargo, los ingresos de la DPP a nivel nacional solo dan cuenta para 2021 de 3284 de imputados de esa nacionalidad, es decir, sólo un 0,59% del total indicado ha tenido contacto con el sistema penal.

Lo anterior nos debe llevar a tener cuidado con los prejuicios y estereotipos que se construyen sin base estadística seria.

En una clara muestra de descentralización y regionalismo la Convención Constitucional tendrá importantes sesiones la próxima semana en la Región de Antofagasta. Y como la descentralización no es sólo a nivel país los connotados visitantes se desplegarán por todas las provincias y comunas para cumplir con sus tareas asignadas, pero también para dialogar con los habitantes, especialmente, con los de las zonas más remotas.

Por ello es muy destacable que parte de los convencionales tengan fijadas reuniones en comunas y poblados tan apartados como Ollagüe, Toconao y Taltal, desplazándose entre cordillera y mar. El cronograma define encuentros con organizaciones comunitarias para abordar temas sensibles como la valoración indígena, el turismo, minería y el desarrollo de las zonas costeras.

Sin duda que es un momento histórico el que viviremos como habitantes de cada una de las comunas de la región. Sabemos de por sí que estamos frente a un proceso participativo sin precedentes y que en la etapa cúlmine se haya incluido nuestra zona para sesionar y para realizar los acercamientos con los pobladores, muchos de ellos que votaron por una nueva constitución y que tienen altas expectativas en lo que están realizando.

Si bien gran parte del trabajo estará hecho, habrá espacios para que al momento de la armonización o de incluir en algún artículo transitorio en temas sensibles se cuente con un aporte más del sentir ciudadano.

Sin duda que un episodio de relevancia nacional es que en Antofagasta se presentará el borrador con las normas y artículos ya aprobados por el pleno y listos para la redacción final. El evento será en las Ruinas de Huanchaca, lugar emblemático de la capital regional y que desde ese momento pasará a la historia del país.

Atrás quedan las críticas por el costo de la visita y el mensaje de austeridad en época de inflación elevada y de estrechez fiscal, pero si el presupuesto lo consideraba y se logra entender que ese significado regional no tiene precio, solo resta realizar los esfuerzos para que la visita cuente con todo lo necesario para sesionar y para desplazarse por esta extensa región.

Antofagasta es una región que merecía esta visita por el aporte al país que surge desde su territorio, por el esfuerzo del trabajo en zonas extremas y por el reconocimiento a la zona norte que tantas veces ha sido postergada e, injustamente, quedado al margen de las decisiones de país.