El ojo del rumor
"Dicho de otra manera, un breve soplido o un susurro puede provocar dañinos episodios y equívocas interpretaciones".
El gran fabulista Esopo, en el siglo V aC., nos indicaba a través de breves relatos, protagonizados por animales personificados, diversas historias con algún tipo de moraleja. En ese sentido, escribió una historia acerca de una gata pérfida y astuta, referida al rumor y lo que eso generaba en las personas: la gente que se deja arrastrar a las disputas de los chismosos y demagogos son víctimas, sin quererlo, de su perversidad. El rumor, comentan los entendidos, es una aseveración de gran enganche psicológico que se muestra como si fuera una verdad sin que existan datos que puedan confirmarlo. Por cierto, para la expansión de un rumor son necesarias al menos dos personas. Está comprobado que el rumor tiene más autoridad que las acciones para definir el juicio que una persona hace sobre otra y está evidenciado que la naturaleza humana suele realizar actos, muchas veces, no sabiendo los efectos y las consecuencias que pueden llegar a ocurrir en las demás personas cuando se rumorea, tergiversa o simplemente, se dicen cosas en que ni siquiera tenemos un conocimiento a cabalidad.
Más todavía, en estos días, en que la contingencia local y de país, en su diversa naturaleza, hace extender los desconocimientos, las desinformaciones y las incertidumbres, inclusive, más allá de toda lógica. Esas actitudes, que son muy comunes en nuestra sociedad, generan simplemente, daño, muchas veces odio y animadversión junto con a una cuota de sensacionalismo. Dicho de otra manera, un breve soplido o un susurro puede provocar dañinos episodios y equívocas interpretaciones. Por esa razón, quisiera recordar las sabias palabras que brindó Albert Einstein, en noviembre de 1911, a la científica Maria Sklodóvska más conocida como Madame Curie, una física y química polaca nacionalizada francesa, y que estuvo envuelta en un hecho de luz pública, a partir de una seguidilla de rumores, por parte de una turba, que la acusaba injustamente de algo.
La carta de apoyo de Einstein, decía lo siguiente: "Muy estimada señora Curie: No se ría de mí por escribirle sin tener nada sensato que decir. Pero estoy tan enfurecido por la manera tan vil en que el público se atreve actualmente a ocuparse de usted, que es absolutamente necesario que dé rienda suelta a este sentimiento. Sin embargo, estoy convencido de que usted desprecia sistemáticamente a esta chusma, tanto si le prodiga servilmente respeto como si intenta saciar su ansia de sensacionalismo. Me veo obligado a decirle lo mucho que he llegado a admirar su intelecto, su empuje y su honestidad, y que me considero afortunado de haberle conocido personalmente en Bruselas. Cualquiera que no se encuentre entre estos reptiles se alegra, ahora como antes, de que tengamos entre nosotros a personajes como usted, y también a Langevin, personas reales con las que uno se siente privilegiado de estar en contacto. Si la chusma sigue ocupándose de usted, simplemente no lea esa bazofia, sino déjela para el reptil para el que ha sido fabricada. Con los más cordiales saludos para usted, Langevin y Perrin, muy atentamente, Albert Einstein".
La carta, no fue otra cosa que brindar una mano solidaria cuando alguien comienza a desparramar eso que se denomina rumor, chisme o mentira, para lo cual lo único que queda es simplemente aquello que la voz popular dice: "Si todo está tranquilo en tu vida y no nos pasa nada, bueno, prepárate y colócate alerta. Cuando los perros de la muchedumbre te ladran es señal de que estás avanzando en las cosas".