En 1999 un diseñador japonés llamado Shigetaka Kurita tuvo la idea de acompañar la comunicación de texto con una combinación de símbolos gráficos que simulaban expresiones humanas, para enriquecer el mensaje y distinguir entre bromas y publicaciones serias, dando origen a los emojis.
Detrás de la genial ocurrencia del nipón se ocultaba un principio básico de la comunicación interpersonal: nuestro rostro es una inmensa fuente de información y no poder verlo al entablar relaciones con otros, afecta la comprensión de lo que queremos expresar.
Es por eso mismo que el uso de la mascarilla durante más de dos años debido a la pandemia, tuvo un efecto en nuestra comunicación. Expresar alegría, enfado, tristeza, duda o sorpresa se hizo más complejo, o imposible, detrás de la tela que cubría la mitad de nuestra cara.
"La gente durante la pandemia buscaba adivinar las expresiones de las demás personas a través de los ojos y la frente para interpretar una sonrisa o enojo. Ahora, con el fin del uso de las mascarillas, volveremos a encontrarnos con nuestras expresiones faciales", comenta la Dra. en Ciencias Sociales de la Interculturalidad y académica de la Universidad de Antofagasta, Gina Morales.
En efecto, a partir del fin del uso obligatorio de la mascarilla que nos acompañó toda la pandemia, nuestras interacciones volverán a enriquecerse con gestos y señales que dejamos de percibir.
Gina Morales puso un ejemplo. "Qué pasa cuando tenemos las manos ocupadas y necesitamos señalar algo, cómo lo hacemos… lo hacemos con un gesto de la boca, eso es muy común en Latinoamérica y nos muestra que la comunicación no sólo es verbal", dijo.
Población afectada
Pero, aunque las dificultades fueron para todos, hubo grupos que las vivieron con particular dureza, entre ellos, las personas sordas, pues el uso obligatorio de la mascarilla impidió la lectura de labios y ocultó la expresión de la cara.
"Hay personas sordas que se comunican leyendo los labios, otras con lengua de señas y leyendo los labios. La lengua de señas es visto-gestual, es decir, requiere todos los elementos de la información o lo que se haga con el cuerpo, pero principalmente con el rostro de cada persona, por eso sin la mascarilla, estas personas tendrán más facilidad para comunicarse con su entorno", recalca la Dra. Morales.
La fonoaudióloga y académica de la UA, Karim Vásquez, apunta a que los grupos más favorecidos con la medida serán los prescolares y los niños con espectro autista.
Respecto a los primeros, explicó que el desarrollo del lenguaje no sólo tiene que ver con una percepción auditiva, sino que también requiere una percepción visual, para poder realizar las imitaciones correctas del lenguaje. "Aprendemos desde la parte auditiva, tanto como desde la parte visual, entonces si no tenemos esta información producto de la mascarilla, sufrimos un deterioro en los modelos lingüísticos articulatorios", dijo.
En relación al segundo grupo, Vásquez comentó que la población con espectro autista tiene naturalmente una dificultad para captar las expresiones faciales, lo que se agrava con la mascarilla. "Hay estudios que demuestran que ellos, en vez de mirar los tres puntos más importantes de la cara, que son los ojos y la triangulación a la boca, se concentran en el tercio inferior, es decir, miran la boca directamente; entonces, al estar la boca tapada con mascarilla, no reciben la información facial, teniendo que basarse solamente en ámbitos paralingüísticos, como la prosodia o la entonación de las palabras", sostuvo.
La especialista explicó que el fin de la mascarilla obligatoria favorecerá a ambas poblaciones, pues se recupera la riqueza de la comunicación, no obstante, advirtió que en este tiempo pudieron generarse retrasos que deben ser tratados con apoyo de fonoaudiólogo, sobre todo en la población preescolar.
Primera infancia
Alberto Olguín, jefe de carrera de Artes Escénicas de la Universidad de Antofagasta, explicó que las personas cuando interactúan necesitan de información completa, es decir, todo lo que se verbaliza, se complementa con el cuadro facial. "Necesitamos mirarnos a cara descubierta, porque de esa manera se transmiten los afectos, sólo mirándonos nos podemos dar cuenta si un ser humano está feliz o asustado. No cabe duda que la mascarilla nos salvó la vida, pero retrasó la comunicación durante dos años", señaló.
Por su parte, la psicóloga clínica, Katherine Valdivia, coordinadora y supervisora de prácticas de la Carrera de Psicología de la UA, señaló que dejar de usar mascarilla puede ser beneficioso para muchas personas, por cuanto la comunicación no sólo es verbal, sino que también no verbal, y dentro de esta última son muy importantes los gestos faciales.
Sin embargo, advirtió que a ciertas personas dejar de usarla después de tanto tiempo, puede generarles inquietud o preocupación. "Esto puede producirse por temor a contagiarse con las infecciones que se transmiten por el aire, o al sentirse expuestos frente a las demás personas, lo que puede presentarse mayormente en etapas de desarrollo en que se está construyendo la autoimagen, como la adolescencia", planteó.