Epifanía, tiempo de reflexión
"Estamos saciados de tantas cosas, pero carecemos de la nostalgia por lo que nos hace falta".
En este tiempo la Iglesia Universal vive lo que conocemos como la celebridad de la Epifanía del Señor, una invitación para contemplar de nuevo al niño de Belén y descubrir en su sencillez la manifestación de Dios que viene a salvarnos.
En Jesús, el niño nacido en Belén, Dios ha salido definitivamente de su lejanía para hacerse completamente cercano a los hombres, ya no es sólo el Dios que se manifiesta en su creación o por medio de mensajeros escogidos por Él y que recibían sus revelaciones; ahora se nos ha manifestado en la humildad de nuestra carne para pronunciar una palabra definitiva sobre nuestra historia; ahora, más que nunca, podemos experimentar al Emmanuel, el Dios-con-nosotros.
En esta manifestación, el señor se acerca a nosotros y nos invita a acercarnos Él, pero ¿cómo estamos en nuestro interior?, ¿cómo estamos en nuestra fe?, ¿aceptamos su invitación?
El papa Francisco con mucha claridad nos entrega una valiosa reflexión sobre estas inquietudes. "Hermanos y hermanas, el viaje de la vida y el camino de la fe -para los magos, como también para nosotros- necesitan del deseo, del impulso interior. A veces vivimos en una actitud de "estacionamiento", vivimos estacionados, sin este impulso del deseo que es el que nos que hace avanzar. Nos hace bien preguntarnos: ¿en qué punto del camino de la fe estamos? ¿No estamos, desde hace demasiado tiempo, bloqueados, aparcados en una religión convencional, exterior, formal, que ya no inflama el corazón y no cambia la vida? ¿Nuestras palabras y nuestros ritos provocan en el corazón de la gente el deseo de encaminarse hacia Dios o son "lengua muerta", que habla sólo de sí misma y a sí misma? Es triste cuando una comunidad de creyentes no desea más y, cansada, se arrastra en el manejo de las cosas en vez de dejarse sorprender por Jesús, por la alegría desbordante e incómoda del Evangelio."
"La crisis de la fe, en nuestra vida y en nuestras sociedades, también tiene relación con la desaparición del deseo de Dios. Tiene relación con la somnolencia del alma, con la costumbre de contentarnos con vivir al día, sin interrogarnos sobre lo que Dios quiere de nosotros. Nos hemos replegado demasiado en nuestros mapas de la tierra y nos hemos olvidado de levantar la mirada hacia el Cielo; estamos saciados de tantas cosas, pero carecemos de la nostalgia por lo que nos hace falta. Nostalgia de Dios. Nos hemos obsesionado con las necesidades, con lo que comeremos o con qué nos vestiremos (cf. Mt 6,25), dejando que se volatilice el deseo de aquello que va más allá."
Escuchando las valientes palabras de nuestro Papa nos quedan muchos retos que debemos asumir con responsabilidad y valentía: ¿Tengo un ideal por el cual vale la pena luchar? ¿Cómo estoy abriendo mi corazón a todos los hombres? ¿Cómo lograremos superar las divisiones y los individualismos en que vivimos sumergidos? ¿Cómo voy siguiendo el camino de la fe?
Néstor Veneros Lepe,
administrador diocesano