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A los 72 años murió el actor y dramaturgo Alberto Vega

TEATRO. El artista vivió 17 años con el cuerpo paralizado.
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P esar en el mundo de las artes y la actuación provocó ayer el fallecimiento del reconocido actor Alberto Vega, recordado por el público chileno por su rol de Ricardo San Lucas en la teleserie "La Madrastra".

Vega se tituló como intérprete en la Universidad Católica. Posteriormente se desempeñó como profesor y director, hasta el año 2006, cuando su vida cambió drásticamente.

En marzo de ese año, durante un fin de semana y mientras andaba en bicicleta por San Carlos de Apoquindo, en la capital, sufrió una dura caída. Se quebró la mandíbula y se golpeó la cabeza.

Al despertar, no podía mover el cuerpo. Sufría el síndrome locked-in o de enclaustramiento. Tenía 55 años y se encontraba realizando un Magister en Dirección Teatral.

En 2013 recordó el doloroso episodio en su libro de memorias, "Mírame a los Ojos". "Cuando ¿volví? No tenía ni voz ni movimientos. Soy actor: me quitaron mis instrumentos", señala en un texto revelador e impactante.

Ese libro lo escribió gracias a la ayuda de un computador traído desde Suecia con el apoyo del Centro de Desarrollo de Tecnologías de Inclusión de la Universidad Católica. Poseía una tecnología de rastreo ocular que le permitía escribir con la única parte de su cuerpo que podía mover, sus ojos.

Vega además de "La Madrastra, trabajó en varias teleseries como "A la Sombra del Ángel", "Top Secret" y "El Milagro de Vivir". En teatro participó en recordados montajes como "El Burgués Gentilhombre", "Hamlet", la exitosa "Art" y "Rey Lear" en 1992, con dirección de Alfredo Castro.

A pesar de su enfermedad, Vega siguó escribiendo y en 2014 se estrenó su obra "Los Gigantes de la Montaña presentan a Lear".

Ganador del World Press Photo: "Es duro recibir un premio por foto de muertos"

UCRANIA. Desgarrador relato de Maloletka sobre la embarazada que agoniza tras el bombardeo a un hospital de Mariúpol.
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Agencias

Evgeniy Maloletka dice que "es duro recibir un premio por una foto de gente que ha muerto". El periodista ucraniano fue galardonado ayer con el World Press Photo por capturar la foto del año: el momento en el que los servicios de emergencia ucranianos transportan a una embarazada fuera de la maternidad del hospital de Mariúpol tras haber sido bombeardeado por Rusia.

"Es complicado para mí. Es duro recibir un premio por fotos de gente que ha muerto. Es muy doloroso de entender. Son fotos del horror. No es por lo que hubiera querido recibir un premio. Pero bueno, ya está, esto me acompañará toda la vida. Al mismo tiempo, es importante mostrar al mundo lo que pasa en Ucrania", explica a Efe Maloletka, con voz quebrada.

Iryna Kalinina, una embarazada ucraniana de 32 años, es la protagonista de su fotografía. Aparece tumbada en una camilla que aguantan cinco hombres mientras la sacan corriendo de un en Mariúpol hacia otro hospital, aún más cercano al frente, para tratar de salvarle la vida.

De fondo, árboles destrozados, una columna de humo y el esqueleto de dos edificios que han perdido sus ventanas por el impacto de las bombas que habían caído momentos antes. La cara de Kalinina describe el cansancio y el horror al que acababa de sobrevivir, con panza de embarazada, y pantalones manchados de sangre. Su bebé nació muerto y media hora después, Kalinina falleció.

"Mátenme ahora", suplicaba.

El horror que ha visto

La foto ganadora, como otras tantas que Maloletka tomó el 9 de marzo del 2022 en Mariúpol, describe "cómo era la situación sobre el terreno, especialmente durante en los primeros meses de la guerra, cuando Rusia dijo que solo atacaba infraestructura militar, pero sobre el terreno la realidad era diferente: la población e infraestructura civil estaba bajo ataque diario", asegura el fotógrafo.

"Hemos visto muchísima gente siendo asesinada, gente normal, muchos niños, y hemos visto que el lado ruso no se preocupa por la gente y los atacan de forma aleatoria. Como aquí (en esta foto), el piloto ruso lanzó una bomba contra un hospital de maternidad", añade.

Este fotoperiodista y sus compañeros estaban a 500 metros del hospital cuando escucharon el sonido de los aviones en el cielo y después numerosas explosiones, una de ellas en el patio del hospital. Unos 25 minutos después, llegaron al lugar y vieron que "todos los edificios estaban dañados, no destrozados, porque la bomba cayó fuera, pero las ventanas habían desaparecido".

"Cuando entramos, las paredes internas y los techos estaban rotos, y los equipos médicos destrozados. La policía y el personal de rescate ayudaba a evacuar a las mujeres embarazadas y la gente que estaba escondida en el sótano. Las embarazadas y los niños llorando, algunos soldados venían a buscar a sus seres queridos. Ahí no había ninguna posición militar, ni equipos militares, solo gente normal en un hospital", explica.

Maloletka y sus compañeros se "dieron cuenta de que este era un momento que había que mostrar al mundo", pero era muy difícil encontrar electricidad para cargar el computador y mandar las imágenes, y no fue hasta la noche, con ayuda de los vecinos, sentados en una escalera y con el celular en alto buscando cobertura, que pudieron mandar el material y escribir a los suyos para decirles que estaban sanos y salvos.

Maloletka lamenta que ya no puede volver a la zona hasta que "no sea liberada de los rusos", y que estas imágenes le pusieron "en las listas negras de Rusia", pero también presionaron lo suficiente para abrir corredores humanitarios en Mariúpol.

"todos traumatizados"

Fotógrafo de guerra, periodista y cineasta de Berdiansk (Zaporiyia), cubre la guerra en Ucrania desde 2014, tras la anexión de Crimea, y realizó trabajos sobre las protestas del movimiento Euromaidán, las protestas en Bielorrusia, la guerra de Nagorno-Karabaj y la evolución de la pandemia de covid-19 en Ucrania, colaborando con medios de prestigio como Associated Press, Al Jazeera, Der Spiegel y otros.

"Yo crecí en la guerra como fotógrafo, y sigo aprendiendo muchas cosas cada día sobre cómo debo hacer mi trabajo", subraya.

Maloletka celebra el premio en lo profesional porque admite que es "difícil conseguirlo, es un trabajo muy competitivo" y hay fotoperiodistas "brillantes" ejerciendo ahora en Ucrania.

"Después de un año de guerra, todos los periodistas y fotógrafos ucranianos que trabajamos en el frente estamos traumatizados, igual que los soldados, lo ves en sus ojos. Es gente que no ha parado ni un día todo este año, han perdido a amigos y familiares en bombardeos. Es difícil", resume.