Hasta el momento la opinión pública tiene poca claridad respecto a los motivos del desistimiento de Sinovac de no continuar con su proyecto de centro de investigación y desarrollo en Antofagasta. Lo único que se puede rescatar es la respuesta de la empresa china, la que en un comunicado estableció que el terreno ofrecido para la planta no contaba con estándares requeridos y carecía de un suministro de agua potable, junto a ello aseguraban que insistirían con nuevas iniciativas en la región.

Como lo dijo el senador Pedro Araya, al menos las explicaciones son confusas y poco convincentes, especialmente, las relativas al terreno. Si bien el paño ofrecido no contaba con satisfacía los requerimientos, bastaba con informar de ello y ver si existía la posibilidad para otorgar otro.

El mismo subsecretario de Bienes Nacionales, Sebastián Vergara, en entrevista con este medio, dijo que esta repartición pública siempre estará llana a colaborar con el sector privado que proponga proyectos de desarrollo. Y en ese sentido dijo que la posibilidad de otro terreno era viable, como lo harán en la Región Metropolitana.

Así es que la explicación huele más a excusa para desechar la posibilidad en la zona. Por ello, resulta de suma importancia tener claridad y saber si en algún momento existió el verdadero interés de la farmacéutica de instalarse en la zona o fue solo un "show mediático".

Si la respuesta es negativa, también es valido preguntarse si existirá la intención de promover algún proyecto que involucre tareas de investigación y desarrollo, que son muy necesarias para nuestra región.

Es primordial que los habitantes de la región sientan que están las condiciones para este tipo de iniciativas y que no imperan los impedimentos. Tal vez Sinovac intente desarrollar nuevas ideas u otros laboratorios o empresas lo hagan, lo que serviría para despejar el actual manto de duda por la no concreción del centro I+D.

Es tiempo de repulsa y es tiempo de mesura, de paz. Es necesario detenernos ante el horror. Es tiempo de reflexión, de diálogo, no de estimular acciones opresivas de ningún lado.

¿Cómo no ha de ser posible dialogar, cómo no ha de ser posible hacer gestos de humanidad? Sí, gestos de humanidad, de control, de sosiego, de respeto, de paz.

Respeto por la vida, la de todos, de uno y de otro lado. Amar la vida, la propia vida ya es un gesto de humanidad, y si la queremos para nosotros, la debemos querer en el otro, en el prójimo. Cuando se usa la palabra prójimo, no pocas veces queda la impresión de que el prójimo es alguien lejano, ajeno a nosotros, diferente a nosotros, muy distante físicamente, incluso.

Dejar de lado la ira, el enojo, el rencor, la enemistad, la desconfianza, el odio, las diferencias, es ur-gen-te. Apremia superar tanto mal y procurar acercar las diferencias, quizás no todas, pero sí las principales.

Es preciso apreciar que somos iguales, en esencia iguales, que sentimos, reímos, crecemos, de modo similar, no lo hacemos de manera diferente. Y somos tan dependientes el uno del otro como ni siquiera imaginamos. Nos sorprenderíamos al reconocer que sí estamos hechos de la misma materia, tenemos similar apariencia, aun si adoramos o creemos en seres superiores con nombre distinto, en imaginarios distintos y ni tanto, diría.

¡Basta! El planeta nos pertenece a todos, y en este espacio es imperioso que prime la concordia, la serenidad, el equilibrio, el entendimiento, el acuerdo, la paz. El planeta no pertenece a unos en particular, aunque así nos parezca. Y debemos cuidarlo, el planeta ya está algo enfermo, de tantos maltratos que le hemos prodigado inadvertidamente, o a plena conciencia. ¡Es urgente!

Palabras más, palabras menos, las de ciertos liderazgos, las que ya deben primar son nuestras, las palabras de los de a pie. Es necesario que las prodiguemos, que las extendamos, que las voceemos. Y quizás si concordáramos en una acción humanitaria común, como por ejemplo, guardar un minuto de silencio por la paz mundial, la que nos es común a todos, por la paz en nuestros territorios donde también queremos entendimientos. Ese minuto de silencio, en nuestras aulas, en nuestros puestos de trabajo, en una esquina, en una plaza, a las 12 a.m., por ejemplo, para dar a entender a todos que optamos por la paz, por el diálogo, por la comprensión, por el acuerdo, por el encuentro.

Opto por el minuto de silencio antes que otro tipo de expresión o expresiones, el silencio es una gran expresión de significado. Detenernos, fijar nuestra vista en lontananza, quizás tomar la mano de nuestro vecino o vecina, darnos la paz, o bien, orar en silencio, pensar o poner en nuestra mente y corazón a quien sufre los horrores de un enfrentamiento o de no entendimiento.

Dejo lanzada la idea aquí, en esta sencilla columna de opinión. Es mejor decir que no decir.

Es una invitación.