El arte de vivir en paz
Arturo Mardones Segura , Rotary Club Chuquicamata
Durante el último tiempo junto con ver las dolorosas imágenes de guerra, de represión, dolorosas vengan de donde vengan, hemos también constatado que gran parte de la humanidad desea vivir en paz. Hombres y mujeres de diversas naciones y continentes enarbolan la bandera de la paz, en un angustioso llamado a vivir en justicia y humanidad. Gradualmente se cumple la triste y a la vez escalofriante aseveración de que "el hombre es el peor enemigo del hombre".
Extraña y paradojalmente el hombre se vuelve hacia su propia especie, como el más sanguinario depredador. Las guerras sufridas y las por sufrir, desgraciadamente nos traen un signo de desesperanza brutal. Pero antes de continuar con desilusiones, es conveniente poner atención en las muchas manifestaciones por la paz; aunque opuestamente éstas terminan por lo general en bárbaros disturbios, contra poniéndose meridianamente a su objetivo generador.
Erich Fromm, en su famoso libro "El arte de amar", parte de la premisa que este hermoso y único sentimiento no es un mero fenómeno accidental y mecánico que tan sólo se experimenta con simpleza, sino que lo sitúa como un arte, que requiere, incluso de aprendizaje, lo ve como facultad que debe crearse y ser imperiosamente desarrollada.
Así también debiera el ser humano ver el acto de vivir como un verdadero arte. Recordemos que el arte es uno de los signos más grandes y preclaros de la humanidad. La paz es un bien, una necesidad profunda con que se enfrenta el hombre en su existencia universal.
La guerra representará siempre un fracaso absoluto de alcanzar tal necesidad. El hombre en su diaria búsqueda del ser y del trascender necesita de la paz, aún a pesar de las odiosas diferencias y discrepancias que pueden generar conflictos, el hombre siempre tiene como fin último la paz. Hay algo en la misma esencia del ser humano que lo empuja a ver y buscar la paz como único camino viable para el logro de una vida más humana.
El mundo comprueba una y otra vez que no es capaz de liberar al hombre del dolor, en otras palabras no es capaz de liberarlo de la muerte, sensación que se vuelve más dolorosa cuando comprobamos que el hombre puede tomar en ocasiones rumbos equivocados que lejos de fomentar la vida la pueden llegar incluso a destruir.
Desde hace mucho ya conocemos una sabia sentencia que debiera ser leitmotiv de la humanidad: "Dichosos los que trabajan por la paz, pues ellos eran llamados hijos de Dios y heredarán la tierra".