El centenario de un "gran acuerdo" ...que llegó tarde
Enrique Brahm García
El gobierno de Arturo Alessandri se iniciaba (1920) en medio de un ambiente de gran tensión. Había llegado al poder luego de una reñidísima elección en un momento en el que el consenso en torno al régimen parlamentario había perdido buena parte de su fuerza. Sobre el trasfondo de turbulencias sociales crecientes, que desafiaban el predominio aristocrático, se rebelaban contra él parte del radicalismo, sobre todo su juventud, y otros sectores políticos y, lo que a la larga resultaría decisivo, también la oficialidad joven del ejército. El Presidente no tenía mayoría en las cámaras y el Senado le haría una oposición implacable. No se promulgaban las leyes sociales ni tampoco aquellas dirigidas a reformar el funcionamiento del régimen de gobierno. El clima político estaba enrarecido. A fines de diciembre de 1923, en medio de una gira electoral al sur, Alessandri señalaba: "El Senado es un montón de cenizas y yo, en nombre del pueblo, hoy 24 de diciembre vengo a ofreceros, como aguinaldo del país, el Gobierno que se acabó, el de la anarquía parlamentaria, quiero decir la bacanal parlamentaria". En enero de 1924 enviaba un telegrama al intendente de Temuco en el que señalaba: "Obtenga de los amigos de esa y demás ciudades del sur que traten a Ismael Edwards y su comparsa (representantes de la oposición) como lo merecen. No es posible permitan insultar el sentimiento liberal unánime de esas regiones; y una vez por todas deben expulsarlo violentamente donde vaya para secundar así la actitud del gobierno y acabar de una vez con la campaña". La tensión y la división del país alcanzaba cotas extremas. Cuando el político nacional Cornelio Saavedra Montt le pedía ayuda al hábil parlamentario Manuel Rivas Vicuña, le señalaba alarmado que "el Presidente está loco, va a la dictadura, está llamando a los generales y almirantes, estamos al borde del abismo y de la catástrofe de las instituciones. Es necesario que tu intervengas. Un pacto electoral y un acuerdo sobre las reformas es la solución".
En esas circunstancias, algunos eximios representantes del parlamentarismo, - Manuel Rivas Vicuña, Luis Claro Solar, Guillermo Rivera, por señalar algunos - una de cuyas grandes virtudes era el haber desarrollado un refinado espíritu negociador, se movieron con habilidad para dar forma, luego de arduas e intensas tratativas con representantes del ejecutivo y de los partidos, a un gran acuerdo destinado a evitar el enfrentamiento y que debía dar viabilidad al régimen de gobierno. Este se suscribió el 31 de enero de 1924 por los presidentes de ambas cámaras y por los jefes de todos los partidos políticos. Se trataba de terminar con una serie de vicios que arrastraba el régimen parlamentario, en lo que estaban de acuerdo no sólo sus críticos acérrimos, sino también quienes lo defendían y practicaban. De esta forma el 26 de febrero de 1924 se promulgaron una serie de leyes interpretativas de la Constitución y la 4004 sobre reformas constitucionales, con las que se buscaba acelerar el procedimiento para que estas se hicieran pronto realidad (entre ellas se consideraban el que la única cámara política fuera la de diputados; que el Presidente tuviera la atribución de disolver la Cámara; y la introducción de la dieta parlamentaria).
Quedaba así demostrado que incluso en medio de un ambiente político caracterizado por una polarización extrema siempre es posible llegar a grandes acuerdos. El problema fue que hace 100 años se llegó tarde. A esas alturas el proceso de descomposición del sistema estaba muy avanzado. Las reformas propuestas nunca fueron ratificadas, porque en septiembre de 1924, con el "ruido de sables", se inició en Chile un proceso de cambios revolucionarios impulsado por la oficialidad joven del ejército que traería consigo el cierre del Congreso y la promulgación de la nueva Constitución de 1925 con la que se puso fin al parlamentarismo.
*Académico Facultad de Derecho, Universidad de los Andes