Por primera vez un no peronista triunfa como Presidente en la segunda vuelta electoral. Un candidato atípico sin afiliación a los partidos de siempre, que logró aglutinar en el Movimiento Podemos, a los opositores al oficialismo justicialista. Sin ser de la Unión Cívica Radical, como Alfonsín o de la Rúa, sólo con su apoyo partidista, más otras fuerzas, tuvieron como objetivo preciso impedir el continuismo de 12 años kirchneristas. El electorado decidió un cambio, tal vez más profundo que una mera alternancia de poder. Y otro hecho inédito. Triunfó quien fue segundo en el balotaje, desplazando a Daniel Scioli, candidato oficialista victorioso en las primarias y en la primera vuelta.
Múltiples razones podrían explicarlo, aunque puede ser la más simple. Los argentinos reaccionaron contra un tipo de gobierno confrontacional, omnipresente en lo social, laboral, económico y hasta en la vida misma de los ciudadanos. A pesar de que la Presidenta intervino casi a diario y hasta el día de la votación, vaticinando que el clientelismo estatal y los sindicatos en manos peronistas, perderían todo lo alcanzado si ganaba Mauricio Macri. Se le identificó con el más duro empresariado capitalista, con las prácticas financieras de la era dictatorial militar, o con los fracasos radicales donde ningún mandatario pudo terminar su mandato.
Sin embargo, los argentinos prefirieron algo nuevo, por sobre el "más de lo mismo" que representó Scioli. Algunos lo culpan de su propia derrota, pues no pudo o no quiso, desligarse del abrumador legado de Cristina. Con un parlamento en contra, algunas Gobernaciones todavía justicialistas, e innumerables desafíos políticos y económicos, el Presidente electo desde el 10 de diciembre, deberá reencauzar Argentina, sabiendo preservar los logros existentes, aunque introduciendo cambios indispensables, en particular, para restablecer la confianza interna e exterior que Argentina perdió bajo los Kirchner. En esta tarea, necesitará a todos, y también a sus no electores, dada la reducida diferencia de votos, que muestran un país dividido. Quienes no se sumen a esta tarea, procurarán buscar el fracaso de Macri, por ingobernabilidad o por obstaculizar sus proyectos. Un ejemplo decidor lo dio la llamada "Cámpora", el ala más extrema oficialista, que sabiéndose derrotada, ocupó la Plaza de Mayo, obligando a los triunfadores a buscar otro lugar.
Samuel Fernández Illanes,
Docente escuela de Derecho, U. Central