El principal espacio de inspiración del poeta se impone ante robustos castaños, nogales y hualles. Hay cuatro perros mansos que lo custodian y una alfombra multicolor de hojas otoñales que indican el camino. La casa impresiona en medio del silencio que sólo los pájaros rompen. Son dos pisos de madera, donde sólo los marcos naranjas que sostienen los amplios ventanales confunden el azul que guía al poeta.
Elicura Chihuailaf Nahuelpán nació el 15 de febrero de 1952 en una de las piezas de la casa azul, ayudado por Eulogia, la mujer de la época a cargo de los partos en Quechurewe, una comunidad mapuche ubicada a 12,5 kilómetros de Cunco y a 72 de Temuco.
La casa no tiene mayores lujos. En el primer piso convive un comedor amplio con dos piezas donde Elicura recopila su historia a través de libros y fotografías. En el segundo nivel, está la cocina, una estufa a leña y una sala con un balcón de madera donde nacen las principales creaciones del poeta.
El autor de "De sueños azules y contrasueños" tiene 7 hijos (de 37 a 3 años) y 6 nietos. Vive junto su pareja Camila; Andrea Kalfuray, la menor de sus hijas; y Rayén, una de sus hermanas.
Junto a sus tres mujeres, Elicura nos entrega una otoñal mañana para hablar de su obra, de su postulación al Premio Nacional de Literatura 2016, de la contingencia mapuche y de ese color azul que nace minutos antes de los rayos del sol, que representa el origen, lo infinito y la energía de la vida, y que, como lo reconoce, ha marcado su destino.
-El azul es un color determinante en la cultura mapuche y, por lo tanto, cruza toda su obra. Háblenos de lo que significa.
-Tiene que ver con un relato que no es muy conocido, pero que nuestros abuelos y padres referían. Ese relato dice que el espíritu mapuche viene partiendo por la idea de que la vida es un círculo, que comienza en el oriente, sigue hacia el poniente y retorna al lugar de origen. Entonces dice que el espíritu mapuche viene del oriente, desde donde se levanta el sol, y viene a alojarse en su casa transitoria que es el cuerpo. Ese azul, dice el relato, no es cualquier azul, sino el azul que uno puede ver cuando termina la noche y cuando comienza el día, antes que aparezcan los rayos del sol. Ese es el azul que me motiva, porque tiene que ver también con el hecho que si nosotros venimos del infinito también volvemos a él, ese es el camino. Si uno va a un cementerio mapuche se da cuenta que todas las tumbas están con la cabeza puesta hacia el poniente y una buena parte de ellas está pintada de azul o de celeste. Todo eso me marcó para que el azul fuera algo importante cuando comencé a escribir. El azul se fue transformando en la columna vertebral de mi pensamiento, de mi escritura.
-Usted se tituló de obstetra en la Universidad de Concepción. Sin embargo, nunca ejerció. ¿De qué manera influyó esa formación en su carrera literaria?
-Más que influencia me ha revelado una realidad. A quienes no han sido madres les cuesta imaginar esa realidad que revela el misterio de la vida. La obstetricia me enseñó a seguir el proceso de crecimiento de una vida que surge con más o menos amor, pero está ahí. El obstetra es el primero que escucha los sonidos del corazón y cómo cobra movimiento. Reflexionando me he dado cuenta que haber escogido esa carrera no era una causalidad. Con la escritura sucede lo mismo que con la creación. Cuando uno aborda el proceso de crear un cuadro o un diálogo de una obra teatral, una pieza musical, un poema o un texto en prosa, es como ver el crecimiento de un nuevo ser vivo.
-¿Se ha sentido discriminado por ser mapuche?
-Abiertamente, no. Por diversos factores he estado en un lugar de privilegio. Mis padres eran muy activos. Mi padre era profesor, director de una escuela y luego regidor. Todo eso me regaló la circunstancia de no recibir la discriminación. Además, era el primer alumno de mi curso. Esto ayudó para que la vida transcurriera un poco libre de eso, aunque vi la discriminación y sufrí por eso, a través de compañeras, sobre todo, y algún compañero que era mapuche. También me tocó pelear por eso, ya que siempre asumí mi mapuchidad sin problema.
Premio nacional
-¿Cree que tiene los méritos suficientes para obtener el Premio Nacional de Literatura?
-Sí, aunque siento un poco de vergüenza, porque hay grandes escritores que no han recibido el premio, como Enrique Lihn y Jorge Teillier. Lo que señalan los estudiosos es que no hay otro poeta que haya sido musicalizado por tantos autores. "Recado confidencial", por ejemplo, se transformó en una obra de teatro. Además, ese impacto se muestra a través del hecho de que soy uno de los poetas vivos más incluidos en los textos de estudios, lo que me ha llevado a recorrer la ciudad y el campo para conversar y leer mi poesía. Entonces, creo que el Premio Nacional tiene diversos aspectos que son considerados.
-Debido al contexto que vive el país, y particularmente la Región de la Araucanía, donde hay cierta sensibilidad por las materias indígenas, ¿cree que es una ventaja ser mapuche en esta versión del Premio Nacional de Literatura?
-Estuve en la versión del premio hace cuatro años y no me lo otorgaron. Eso indica que no es precisamente una ventaja, aunque sí debiera ser considerada. Creo que mi escritura está a la altura de otros chilenos y chilenas.
-¿Cree que este premio sería un reconocimiento para la cultura mapuche?
-Pero desde luego. Sería un reconocimiento a su sabiduría, a la profundidad de su conocimiento, el cual la chilenidad debiera conocer mejor. Eso contribuiría, creo yo, a que de una buena vez el país asuma su hermosa morenidad.
-¿Y siente que la comunidad regional está alineada con esta posibilidad de que usted obtenga el galardón?
-Totalmente. Eso me ha conmovido. En todo caso, el apoyo es transversal. Cuando he ido a Cunco o cuando ando por las ciudades de Chile no faltan quienes me reconocen. Me cohibe un poco, porque aún no logro superar mi timidez. A estas alturas agradezco a la comunidad, sobre todo regional, que esté en esa actitud de apoyo.
-¿Ha sido difícil instalar la lírica mapuche en un campo dominado básicamente por el español?
-Cuando comencé en esto no había nadie más que lo hiciera. Unos cuantos años caminé solo, buscando a algunos o algunas que hicieran lo mismo que yo. Luego, tuve la suerte de encontrarme con jóvenes que se iniciaban en la escritura y en la pintura. El otro día en la presentación de mi postulación había un pintor, Eduardo Rapimán, que es un pintor consolidado, mapuche, que me dijo: "yo estoy aquí porque tú fuiste quien inició este movimiento pictórico hoy día". Entonces, creo que ese movimiento de escritoras y escritores mapuche se ha ido instalando desde las comunidades.
-¿Vivir en el campo es una ventaja en su faceta creadora?
-No. Creo que la vida tiene que ver con la creatividad.
-¿Quién motivó este talento en usted?
-Muchos y muchas. Destaco a nivel local a don Tulio Mora Alarcón. Entre los poetas nacionales, Enrique Lihn y Jorge Teillier.
Contingencia -El obispo de la Iglesia Católica en Temuco, Héctor Vargas, dijo tras el discurso presidencial del 21 de mayo que daba la impresión que La Araucanía no existiese para los gobiernos del país. ¿Comparte ese juicio?
-Sí. Hay una mirada que no quiere asumir su identidad y por lo tanto no quiere asumir su historia. El árbol de la identidad está constituido por cuatro aspectos fundamentales, que son el territorio histórico, la historia, el idioma y un modo de ser, es decir, la visión de mundo. Entonces, aquí hay una historia que no se ha querido asumir. El asunto es que se quiere escabullir la solución, que comienza por asumir la deuda histórica. Aquí había una legitimidad que hay que asumir. La situación de nuestra región es un eufemismo, o sea, una manera de ocultar una realidad que es urgente que tenga una salida y esa salida tiene que ser el diálogo, pero para que haya diálogo hay dos cuestiones fundamentales: lo primero es escuchar al otro. Luego asumir que la salida a esto es poniendo la historia sobre la mesa, no para ahondar las divisiones sino para instalar el diálogo que debe estar dado sobre un principio básico que es la igualdad y no la imposición de un diálogo que es unilateral como ha sido hasta ahora.
-Usted se declara un escéptico optimista. ¿Cree que, en algún momento, se superarán todas estas diferencias y violencia?
-Es que eso requiere un abordar en la ideología de país, que hasta el momento camina solamente en dirección al denominado libre mercado, que sabemos que de libre no tiene absolutamente nada. Entonces, sigo siendo un escéptico optimista frente a ello, porque creo que para que eso ocurra faltan incluso décadas y por eso me produce desazón cuando en el poder central excluyen algo que no puede ser excluido, porque esta región es fundamental. Más allá del denominado desarrollo o progreso económico está la tranquilidad de asumirse en la mirada, en la identidad. Que Chile de una buena vez asuma su hermosa morenidad, que resalta sobre los demás colores, donde hoy día también está la "negritud", la que vemos caminando por las calles. Yo mismo tengo un nieto que es mulato, que tiene su hermosa "negritud". Entonces, es una realidad que no podemos seguir negando, ya que lo único que va a traer es la continuidad del conflicto. Nosotros como pueblo tenemos que sentirnos involucrados, sentirnos parte unos de los otros. Eso es mi escepticismo, pero ahora entro a mi optimismo, que tiene que ver con que en las escuelas los niños están viendo con otros ojos la realidad que les rodea. Creo que hay un camino que no pueden seguir desdeñando quienes gobiernan. Tenemos que ver que aquellos adelantados y adelantadas, como Neruda, Mistral, que luego le siguieron De Rokha, Violeta Parra, Víctor Jara y muchos otros y otras, que no estaban siendo considerados en su total dimensión, hicieron todo un aporte, y ellos son parte de la chilenidad con su hermosa morenidad. Creo que es hora que nos demos cuenta que hay una muralla que levantaron otros, para que no nos vieran. Además, es necesario remarcar la realidad que aquí en Chile hay dos chilenidades, una que es mayoritaria, que es la chilenidad profunda y huérfana, y una chilenidad que es mínima, que es superficial y enajenada porque vive mirando hacia otros lados, antes hacia Europa, a Francia, Inglaterra y ahora hacia Estados Unidos, y que instaló esa muralla. Me conmuevo, me emociono y admiro, por ejemplo, el canto a lo humano y a lo divino, que es la expresión del alma de esa chilenidad profunda. Debemos pensar por nosotros mismos, que la chilenidad profunda comience a cuestionar la historia y comience a reclamar su propia historia. La historia del pueblo chileno-obrero, del pueblo chileno-campesino, no está en la escuela, no se enseña, pero existe.
Padres y abuelos
-¿A quién admira?
-A mis padres, mucho, y a mis abuelos.
-¿Por qué le gustaría ser recordado?
-Por reclamar la morenidad.
-Aparte de la poesía, ¿qué lo emociona?
-La música.
-¿A qué le teme?
-A los que hacen las leyes. Y a todo el sistema político, y por lo tanto judicial. Me recuerda un paréntesis a Vicente Huidobro en su balance patriótico que debiera enseñarse en los colegios, donde dice la justicia chilena tendría que ser barrida entera. Me daría risa si no me dieran ganas de llorar.
-¿Le teme a la muerte?
-No. Para nosotros es la vuelta a la energía universal. La siento parte de mí, con toda tranquilidad, como siento la positividad y negatividad presente en mí.
Por Mauricio Rivas Alvear
"Mis padres eran muy activos. Mi padre era profesor, director de una escuela, y luego regidor".
"Siento un poco de vergüenza, porque hay escritores que no han recibido el premio, como Lihn y Jorge Teillier".
"Que Chile de una buena vez asuma su hermosa morenidad, que resalta sobre los demás colores".