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"Del error se aprende mucho más que del éxito"

ANTOFAGASTINIDAD. Mónica Sepúlveda Muñoz, educadora de párvulos, emprendedora, artesana y pintora.
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Como una "buscadora incansable de nuevas soluciones, divergente, chistosa y llena de amor" se define Mónica Sepúlveda Muñoz, madre, educadora de párvulos, emprendedora, artesana y pintora, que hoy dedica su tiempo a dos emprendimientos 'Abueli Taller', donde crea productos de artesanía y decoración con materiales reciclados y 'Aroma Playa', donde ofrece sus pinturas y servicios de decoración a domicilio.

¿Qué recuerdos guardas de tu infancia?

-Recuerdo una niñez acompañada de mis dos hermanos mayores. Muy lúdica, muy de jugar con cosas simples. El Chile de ese tiempo era pobre, los juguetes un lujo. Leí más de 100 libros en una biblioteca que nos armó mi madre.

¿Cuál es la principal enseñanza que te dejaron tus padres?

-Mi madre me ha enseñado con su ejemplo a no rendirme nunca y a luchar contra la adversidad con alegría, transformando lo complejo en una oportunidad de aprendizaje, a quedarme con lo bueno y bello de la vida. De mi padre aprendí que un papá ausente es mejor que uno que altera la armonía del hogar, y que eso es lo que nunca querría encontrar en un compañero. Valoro a los buenos padres, no sólo a los que proveen, sino que a los que entregan amor, apoyo y contención. Mis hijas cuentan con uno.

¿Dónde estudiaste y qué recuerdos guardas de esa época?

-Estudié en dos colegios. En el Colegio Yugoslavo, del que guardo los más hermosos recuerdos porque me brindó muchas oportunidades para desarrollarme en diferentes áreas, con profesores que marcaron cómo construí mi perfil como docente, y en el colegio San José, donde viví una hermosa experiencia desde lo espiritual y el servicio comunitario. Luego, estudié Educación Parvularia en la Universidad de Antofagasta y jugué básquetbol, donde gracias a mi entrenador, Yerko Restovic, aprendí lo importante del trabajo en equipo y de creer en uno mismo.

¿Quiénes han sido inspiración en tu vida? ¿A quiénes admiras?

-De niña sentí una gran admiración hacia Dios y eso me conmovió a buscarlo más allá de las doctrinas de la iglesia. Admiro a toda mujer que es capaz de pararse frente a un hombre y decirle "todos somos iguales", tu fortaleza física es equivalente a la mía en resiliencia e inteligencia emocional, pero nuestras diferencias nos hacen un maravilloso complemento. Admiro a mis hermanas, hijas, sobrinitas, amigas y a toda persona empoderada -hombre o mujer- que va más allá de la opinión y se transforma en agente de cambio.

¿Cuáles son tus fortalezas y flaquezas?

-Mi principal fortaleza es ser capaz de transformar la adversidad en oportunidad, ser creativa y entender que todos tenemos algo que aportar, y mi debilidad, es que soy muy perfeccionista y eso implica ser muy exigente consigo misma y con los demás.

¿Qué te apasiona de tu profesión y oficio?

-Yo soy educadora de párvulos. Trabajé 25 años abocada a eso, tanto en el aula como en cargos de dirección en distintos establecimientos públicos y privados, y lo que más me apasiona de esa labor es ser una chispa para encender la fogata que hay en cada niño y joven, ayudándolos a descubrir sus habilidades y potencial.

Actualmente, estoy abocada a mis emprendimientos @AbueliTaller y @AromaPlaya para rescatar la base de mi conocimiento, pero también para rescatar tantas historias de vida que me han enseñado la importancia de los ambientes armónicos. Desde allí, busco contribuir con energía, color y bonitos detalles que ayudan a cambiar las miradas.

Como una persona que se ha dedicado a la educación y creación, en estos tiempos complejos ¿qué consejo le darías a las personas?

-Que nunca pierdan la capacidad de discernir, que el criterio propio es un lujo que muchos despilfarran pensando como otros. Que lean, que se den un tiempo para sí mismos, mediten y disfruten del contacto con el entorno, que se conecten con lo esencial y vean la capacidad que tienen para aportar y construir un mundo mejor.

¿Qué lecciones debemos aprender de lo vivido este último año?

-Fundamentalmente, a quedarnos con lo simple, con lo importante. A valorar lo que tenemos en afecto, en relaciones. A entender la codependencia en el autocuidado. Alejarnos de lo superfluo y preocuparnos más de nuestros núcleos familiares, de lo que siente el otro y a entregar desde el amor.

¿Qué cosa que no enseñan en ninguna parte deberíamos aprender?

-A experimentar y entender que del error se aprende mucho más que del éxito. Que equivocarse es parte del aprendizaje, a no frustrarse y entender de que hay que pararse y seguir buscando porque todos somos capaces de hacerlo.