Diálogo racional
Adelanto del libro "Ideas Periódicas" Por Carlos Peña
No se necesita haber leído ningún complicado texto de semiótica, sino apenas recordar la 'Balada de la Cárcel de Reading', de Oscar Wilde, para saber que las palabras pueden herir o matar, y que en consecuencia es debido cuidarse de dañar a los demás con injurias, calumnias o expresiones desdorosas; pero de ahí no se sigue que emplear la palabra 'hombre' para designar a todo integrante de la especie humana sea una forma de agresión machista o patriarcal que merezca una condena, y deba ser sustituida por individues. Y tampoco se requiere haber leído el proceso de Núremberg, o el Informe de la Comisión Rettig, para saber que en el mundo han existido inaceptables violaciones a los derechos humanos; pero de ahí no se deriva que todo aquel que se proponga echar una gota de duda o examinar los datos que allí se contienen, sea un negacionista del valor de esos derechos, de la existencia de esas violaciones o un vil cómplice de nazis y dictadores. No se requiere haber formado parte de la Comisión de verdad histórica y nuevo trato de los pueblos indígenas, para saber cuánto se les ha explotado y maltratado, y la necesidad que existe de que su cultura sea reconocida, pero de ahí no se sigue que la cosmovisión indígena deba estar a salvo de la crítica, o que el conocimiento que alberga sea equivalente a los 'Principia Mathematica', de Isaac Newton. Y, en fin, no cabe duda de que el derecho de la infancia en América Latina se haya usado para maltratar a la niñez en vez de protegerla, pero de ahí no se sigue que cualquier expresión crítica de esta o aquella conducta adolescente equivalga a un desprecio por quienes comienzan a transitar por la vida.
Todo esto parece bastante obvio y se reduce a sostener la simpleza que una cosa es el valor que debe asignarse a un discurso, o el respeto que merecen quienes lo profieren, y otra cosa distinta es la validez, verdad o corrección que posee su contenido. Desgraciadamente esa distinción obvia entre el valor antropológico o cultural de un discurso y la verdad o validez de su contenido es lo que hoy parece estar en riesgo. Ello ocurre cuando se transforma a las instituciones en las que el discurso humano se despliega -las universidades y la esfera pública -en un baile de máscaras, donde las palabras arriesgan permanentemente ofender las identidades de quienes participan de él o son denunciadas como si fueran solo un disfraz en la búsqueda de la dominación o del poder.
Esa sencilla distinción entre el valor cultural de una identidad, por una parte, y la validez o la verdad de lo que afirman sus miembros, por la otra, es la que está hoy en curso de ser abandonada y el resultado es que aparecen en la esfera pública y lo que es peor en la universitaria, múltiples prohibiciones que cercan el lenguaje. Opiniones que critican la forma de vida o las creencias de una minoría étnica, o relativas a la identidad de un grupo, o que ponen en duda hechos que integran la memoria de otro, o incluso enunciados que lesionan la autoimagen de una persona o de un colectivo son rápidamente condenados y quienes los sostuvieron pasan a ser réprobos, personas dignas de condena a las que se cancela o se funa mediante pullas e insultos, y las que se les impide seguir participando de la conversación.
"Ideas periódicas. Introducción a la sociedad de hoy"
Carlos Peña
Ediciones El Mercurio
460 páginas
$17.900