Horizontes cercados
Algunos de los principales recuerdos que mantengo de mi niñez se relacionan a los viajes estivales que emprendíamos como familia desde Antofagasta hasta Valdivia, donde mi padre seguía un posgrado durante las vacaciones. Viajábamos en un Renault 5, y luego de pasar una noche en La Serena llegábamos a Santiago. Allí alojábamos en casa de mi tía abuela Daisy, en la población Juan Antonio Ríos, donde a veces nos quedábamos varios días para luego continuar a la ciudad de los fuertes españoles.
Una de las cosas que siempre llamaba mi atención era cómo, más o menos desde el Elqui al sur, aparecían junto al camino vallas de palos y alambre de púas, que constreñían la carretera. Niño acostumbrado a los amplios horizontes -el mar antofagastino y la pampa- no lograba comprender que alguien impidiera lo que en el desierto era habitual: salirse del camino y adentrase en el paisaje. Pero no era solo algo físico. El panorama pampino generaba una impronta de libertad indeleble en el ánimo de los que nos criábamos viéndolo. Por eso parecía inverosímil que de repente la perspectiva ya no fuese abierta: las famosas vallas que limitaban terrenos se interponían y se hacían odiosas al mirar desde el vehículo. El obstáculo arrebataba una parte no menor del encanto del paisaje.
Pues bien. Pasaron las décadas, y un día, al recorrer las flamantes nuevas autopistas de nuestra región, vino el "flash back": junto a las vías se erguían palos y púas metálicas, para evitar evasiones de pago. Las cercas que siempre asocié "al sur", con sus bellezas cautivas tras el alambre, habían llegado al desierto. Ya no es posible emprender un camino en forma libre. La vista ha cambiado: las insolentes cercas se entrometen, más encima colmadas de basura. La poco sutil división que generan nos apartan del entorno. ¡A quién se le ocurre poner la pampa tras las rejas! Quizás los tecnócratas no le reconocen belleza, y posiblemente las malditas cercas llegaron para quedarse. Pero, al menos, no nos quitarán esa mirada libre con la que crecimos, entre el mar y el desierto.
Patricio Espejo Leupin, geólogo, escritor