Crisis migratoria en el norte de Chile
El asesinato de un camionero en Antofagasta traslada a todo el país la inquietud ante delitos cometidos por migrantes irregulares. La acusación generalizada es de abandono por parte del Gobierno próximo a dejar sus funciones. La tarea es para el que asume a partir del próximo viernes 11 de marzo.
El asesinato de un joven camionero en la Ruta 1 en Antofagasta muestra la peor cara de la crisis migratoria: la violencia de algunas personas que ingresan ilegalmente al país.El crimen ha desatado una ola de protestas en el norte y son especialmente graves los bloqueos y las paralizaciones del transporte carretero. De rebote estos bloqueos han afectado también al transporte aéreo, pues se impide el acceso a los terminales aeronáuticos civiles.
La queja ante la situación es generalizada en Arica, Iquique y Antofagasta. Se ha perdido la seguridad, pues en la masa de migrantes hay delincuentes que se apoderan de amplios sectores de esas ciudades protagonizando incluso graves hechos de sangre.
Chile, el norte en particular, se ha convertido en un escenario más de la crisis migratoria que cruza todo el mundo y al dolor de quienes buscan mejores condiciones en nuestro país se suma el temor y la inseguridad de la población local.
Fatalmente, ante la reiteración de delitos cometidos por extranjeros, se llega a injustas generalizaciones y la queja no solo refiere a seguridad, sino que además a la saturación de ciertos servicios básicos debido también a la masividad de la migración.
Los intentos de control del ingreso clandestino no tienen resultados. Puede que los medios sean insuficientes, pero juega en contra una extensa frontera, especialmente con Bolivia, fácilmente vulnerable.
La acusación generalizada es de abandono por parte del Gobierno próximo a dejar sus funciones. La tarea es para el que asume, que deberá enfrentar la situación quizás con nuevas políticas y mayores medios, pero siempre en el mismo escenario natural que hace muy complejo el control.
Así, el problema está al interior del país, en las ciudades que atraen a los migrantes en busca de oportunidades para trabajar y algunos para delinquir y los ilícitos hacen aumentar la desconfianza de la población ante una situación de innegables alcances humanitarios.
Y la crisis se hace presente en nuestra región con situaciones de migración irregular difíciles de medir, con comercio ambulante, mendicidad y casos concretos de delincuencia violenta.
Son posibles medidas excepcionales en la frontera norte, pero eso en lo inmediato, de resultados inciertos.
Lo que se echa de menos es una política general que pueda controlar en terreno la irregularidad y la presencia de delincuentes. Además, deben entender los migrantes que ellos también están llamados desalentar los ilícitos y a denunciar a quienes los cometen. Este autocontrol les favorecería encontrando mayor aceptación en una población donde, frente a hechos puntuales, aumenta la desconfianza ante los extranjeros.