tres síntomas de este desorden

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El juego tiene prioridad sobre otras actividades que son relegadas a la periferia de prioridades. Existe control alterado de comportamientos, continuando o intensificándose

tras consecuencias negativas.

Provoca angustia o deterioro del funcionamiento personal, familiar, social, educativo o laboral, desatendiendo las relaciones en períodos de más de un año.