Crisis en la formación del hombre
Arturo Mardones Segura , Rotary Club Chuquicamata
Cuando uno observa el panorama humano mundial sufre una gran pena. En uno u otro sector es fácil comprobar cómo, a pesar de vivir en una era que enorgullece a la tecnología y a la ciencia, el hombre es incapaz de dominar sus pasiones y demostrar, en el hecho, que realmente ha evolucionado.
Pareciera que mientras más avanza en un sentido acortando las distancias físicas y llegando a lejanos planetas, mayor es en otro el retroceso en su calidad humana.
De esta manera paradójicamente, en lo fundamental que es la vida misma se guarda una relación inversa con ese progreso material que refleja, sin duda, capacidad y talento que por desgracia tienen escasa influencia espiritual y moral en la humanidad. Porque, ¿dónde encontrar el justificativo de los bárbaros desmanes que a diario-en distintos lugares de la tierra- se cometen? Allí, en quienes los inspiran y realizan, ¿qué importancia tiene el hombre? ¿Y los derechos del hombre?
En teoría se los conoce. En la práctica los ignora. ¿Dónde está la dramática falla? En la conciencia misma del ser humano. En su sólida formación interior. En la manifiesta incapacidad del hombre de formar a su vez un auténtico hombre.
Rudyard Kipling en su famoso poema "If" (Si) nos indica con elocuencia lo que cuesta merecer la insustituible condición de ¡Ser hombre!
Y la cuota de gran responsabilidad que asume quien entrega un hijo a la vida. Darle existencia, mantenerlo y educarlo no es todo. Hay que contribuir a formarlo. A despertar en él esa conciencia que lo transforma en un elemento útil a sí mismo y a los demás. Que nunca, ni ante los más serios reveses, embates y contingencias, lo hará perder su propio respeto y el que debe a la especie. Esa conciencia que siempre lo identificará como a un hombre que razona, piensa y siente como tal, que lo eleva sobre la animalidad y dignifica mientras vive.
¡Es increíble! La humanidad de hoy demuestra profunda crisis en aquello que debiera ser su fundamental preocupación, porque es la base de permanencia, grandeza o destrucción: ¡El hombre! Doctrinas encontradas se apoderan de él, la técnica y la ciencia lo deslumbran; el maquinismo, la cibernética lo automatizan y rebajan para transformarlo muchas veces en un complicado robot, pero un robot al fin.
¿Dónde queda su formación? ¿Dónde el desarrollo de esas facultades que lo llevarían a sentirse realizado como hombre?
Cuesta, repetimos, ser hombre. Formarse. Mucho más cuando, por negligencia o egoísmo, nada han hecho otros para ayudar a lograrlo.
El mundo necesita, hoy más que nunca, de verdaderos hombres. Poseídos de esta conciencia que, junto con dominar la técnica y las distintas ciencias, los haga trabajar por la paz, la justicia, el derecho y la convivencia armónica en el orbe entero.