Historia de la Bandera de La Concepción
"Cómo se rescató el emblema y cómo se ha mantenido hasta nuestros días, es lo que nos relata el Teniente Coronel, Marcos López Ardiles, según su publicación en el Diario La Segunda, del 10 de julio de 1998". Ana Olivares Cepeda., Vicepresidenta Los Viejos Estandartes® Antofagasta
Recientemente, el ambiente de oración y tranquilidad que suele rodear las paredes de la Catedral de Santiago fue interrumpido por algunos oficiales y suboficiales del Ejército chileno para cumplir con un rito establecido para que se realice cada 50 años y que involucra a los 4 corazones de los máximos héroes de aquel fatídico 9 y 10 de julio de 1882, en Concepción, sierra peruana, y que descansan en un bello altar erigido en el sacro lugar. Estos frágiles órganos fueron rescatados entre los cuerpos descuartizados de todos los chilenos involucrados en tan desigual combate. Con el respeto y ceremoniosidad que se merecen, los frágiles frascos fueron trasladados a un lugar seguro para realizar la evaluación correspondiente y proceder al cambio del líquido químico que los mantiene en el tiempo. A la vez, de forma muy asertiva, los recipientes se ubicaron junto a la bandera que fuera testigo de aquel combate que duró más de 17 horas entre los valientes hombres y mujeres, comandados por el Capitán Ignacio Carrera Pinto. Incluyo a las mujeres, y niños, también presentes en dicho evento ya que, no cabe duda, que fueron activos partícipes en aquella jornada, llena de valor y patriotismo. Y de eso bien lo sabe, precisamente, esta pequeña bandera, cosida con inconfundibles puntadas finas de mujer.
Cómo se rescató el emblema y cómo se ha mantenido hasta nuestros días, es lo que nos relata el Teniente Coronel, Marcos López Ardiles, según su publicación en el Diario La Segunda, del 10 de julio de 1998, que dice:
"La bandera es el único objeto que merece la rendición de la vida humana en defensa de su honra. Las banderas de Iquique y La Concepción no hacen sino confirmar el aserto. Una hundiéndose en el abismo de los mares al tope del palo de mesana y la otra viendo caer uno a uno a sus setenta y siete heroicos defensores. Ese glorioso jirón que flameó en La Concepción puede ser hoy venerado ante nuestros ojos y permanece, desde hace pocos años, bajo la custodia de la Escuela Militar.
Cómo se rescató el emblema y cómo se ha mantenido hasta nuestros días, es lo que nos relata el Teniente Coronel, Marcos López Ardiles, según su publicación en el Diario La Segunda, del 10 de julio de 1998, que dice:
"La bandera es el único objeto que merece la rendición de la vida humana en defensa de su honra. Las banderas de Iquique y La Concepción no hacen sino confirmar el aserto. Una hundiéndose en el abismo de los mares al tope del palo de mesana y la otra viendo caer uno a uno a sus setenta y siete heroicos defensores. Ese glorioso jirón que flameó en La Concepción puede ser hoy venerado ante nuestros ojos y permanece, desde hace pocos años, bajo la custodia de la Escuela Militar.
¿Cómo se salvó del horrible holocausto? ¿Quién la guardó tantos años? ¿De qué forma llegó a la Escuela militar? Al examinarla, se comprende que lo más probable es que haya sido confeccionada artesanalmente por las manos de esas mujeres excepcionales que, bajo, la denominación de cantineras, estaban agregadas a la Compañía. La bandera solo mide 55 por 38 centímetros y ella consiste en tres géneros se distinta factura, cada uno de un color -azul, blanco y rojo- los que están cosidos a puntadas minuciosas, pero evitablemente burdas. Sobre el campo azul pusieron una asimétrica estrella blanca a la que, con amorosa prolijidad, cosieron sendas mostacillas brillantes en cada una de sus puntas.
Tal cual: sencilla, artesanal y rústica es la colosal enseña de La Concepción que se mantuviera izada durante todo el combate.
Después de rescatada del poblado serrano, el entonces coronel Estanislao del Canto guardó celosamente el pequeño emblema patrio, como el más querido de sus recuerdos de guerra. En su poder la mantuvo por treinta y dos años, hasta que llegado a la ancianidad, resolvió hacer una singular entrega. Durante esa época, los veteranos de la guerra se lamentaban legítimamente el escaso relieve que el Estado de Chile y sus entidades históricas otorgaban a las hazañas llevadas a cabo en la Guerra del Pacífico. Específicamente, al glorioso Combate de la Concepción, sólo la ciudad de Curicó, le había rendido homenaje en la persona de su hijo, el subteniente Luis Cruz Martínez, a quien le habían levantado un monumento. Increíble, pero la provinciana ciudad se había adelantado a la metrópoli santiaguina. Este gesto, como es natural, conmovió al viejo general y decidió donar su preciada bandera a las tierras regadas por el Teno, por intermedio de su amigo don Manuel José Correa.
En un libro escrito por don Armando Donoso, su autor publica entrevistas que hizo a personalidades del siglo XIX y que aún estaban con vida a principios de los novecientos. Entre los célebres entrevistados, se encuentra el General Del Canto, que se refiere al episodio de la bandera de La Concepción en los términos siguientes:
"Cuando yo llegué al pueblo de La Concepción me dirigí a la casa de don Fernando Valladares, adonde me había alojado otras veces… el único que había en la casa era un sirviente español que dijo, cuyo nombre no lo recuerdo, quien me dijo que la familia se había refugiado en Ocopa el día antes, y este español me relató todos los incidentes del combate, haciéndome salir al corredor de la casa para enseñarme la manera y forma cómo habían iniciado el combate los asaltantes. Cuando salí al corredor divisé el cuartes que, en medio del humo que salía entre los escombros, flameaba nuestra bandera, y entonces ordené a mi ayudante, capitán Bisivinger, que me fuese a traer esa bandera y me la guardase cuidadosamente, la cual he conservado hasta hace tres años en la que la obsequié a mi amigo Manuel José Correa para que la diese a la Municipalidad de Curicó y la izasen como un recuerdo de las glorias alcanzadas por el héroes subteniente Luis de la Cruz (sic), que fue el último en sucumbir en La Concepción".
En 1982, año en que se cumplía el primer centenario de la epopeya de La Concepción, por una feliz coincidencia, conversaba un día el general don Claudio López Silva con el señor don Ruperto Vargas Díaz. Ambos contertulios muy aficionados a la historia, cayeron en el tema de La Concepción y para enorme sorpresa del general López, don Ruperto Vargas le contó que en su familia se guarda la bandera chilena que había flameado durante el combate y que, con posterioridad, había llegado a manos de su tío abuelo, don Nicanor Molinare Gallardo. El general López, sugirió de inmediato la posibilidad de que su familia hiciera donación al Ejército de la gloriosa enseña lo que se concretó en el palacio de la Moneda el 24 de junio de 1982.
Con ocasión de la vigilia de armas que efectúan los subalféres, la noche anterior a su graduación de oficiales, la pequeña enseña tricolor es llevada en procesión desde el lugar en que se venera, hacia el busto del capitán carrera Pinto y, en seguida, hacia la capilla de la Escuela. Allí, el capellán del instituto exhorta a los futuros oficiales a que, frente a ese glorioso paño por el cual setenta y siete chilenos entregaron la vida, prometan ser fieles seguidores de la tradición militar chilena de o rendirse jamás ante el enemigo, cualquiera sean las circunstancias a que se vean sometidos".
A 142 años de la gesta de La Concepción y que hoy se honra con el Juramento a la Bandera, es necesario que hagamos memoria sobre nuestro patrimonio histórico.