Debatir hasta lo más difícil
El 18 de octubre, y lo que pasó después, debe ser leído como un conflicto político y no sólo como la suma de hechos violentos. Eso es fundamental para enmendar. Felipe Berríos, con sus palabras, abrió un camino distinto a esta discusión y eso es sano y positivo. No se trata de que tenga la razón, sino de abrir la discusión a otros escenarios no contemplados; eso es razonable.
Antes de entrar en el detalle de este escrito sería apropiado advertir algo que no es obvio, pero sí fundacional para seguir este y cualquier debate y se relaciona con la forma en la que interpretamos los hechos que nos rodean, que nos afectan y sobre los cuales proyectamos el futuro y cuánto estamos dispuestos a desafiarlas.
¿Qué leemos de lo ocurrido a partir del 18 de octubre de 2019? ¿Es el inicio de una serie de hechos delictivos que deben ser sancionados o es un hito político más complejo que exige un tratamiento diferente?
El padre Felipe Berríos planteó aquello. No es un abordaje fácil, pero, independiente del resultado, parece un debate que debe darse, lo que siempre es sano para una sociedad democrática, pero en crisis evidente para abordar lo que parece incuestionable; en este caso qué hacer con los detenidos en el marco del estallido. El jesuita tocó dos puntos sensibles: la extracción de los jóvenes detenidos, la mayoría de un origen marcado por las privaciones y el resultado distinto de lo obrado por la Justicia, lo que parece depender de la cantidad de recursos que ostente el acusado.
Lo que Berríos no comentó- y nos parece lo más relevante- es la característica misma del 18 de octubre: un conflicto político mucho más profundo que la suma de incivilidades y delitos (que los hubo por cierto y muy graves). Si entendiéramos que ello es así, entonces se puede revelar otra lectura.
Un ejemplo sirve para iluminar mejor: el denominado conflicto mapuche, un problema que es político, pero es abordado casi exclusivamente desde el orden público y cuyos resultados están a la vista, con un empeoramiento de la violencia.
El asunto es complejísimo y delicado, pues también debemos preguntarnos por el futuro de los agentes del Estado sancionados, o la estructura de la policía, entre tantos otros detalles que deben ser meditados.
El debate de lo ocurrido hasta ahora sigue abierto y exigirá observar más allá de lo obvio para comenzar a recuperar confianzas. No es algo que genere consenso, ni siquiera entre quienes apoyan las demandas, pero el asunto debería, al menos, ser conversado.