Amor de padre
"Ojalá pudiésemos hoy, solo hablar lo mejor de nuestros padres terrenales".
No existe mejor relato, que ilustre el gran amor de Dios, que la Parábola del Hijo Prodigo narrada en el Evangelio de San Lucas 15:11-32. Aun cuando el título resalta la figura del hijo, quiero en esta ocasión resaltar la imagen del padre de familia que representa a nuestro Buen Dios. Padre que no obliga a hacer su voluntad, que espera al hijo rebelde y ama por sobre todas las cosas, aunque nuestras acciones muchas veces lastimen su corazón (Salmo 103: 10) También el "buen hijo" (el otro personaje) es amado, respetado y valorado por este padre de amor.
Cuando leemos esta historia, seguro podemos identificarnos con alguno de los personajes. Quizás vemos en alguna circunstancia narrada, nuestra propia vivencia. Pero nunca olvidemos que el Padre sigue esperando que volvamos a casa, que dejemos de huir de Él y -como dijo al apóstol Pablo- dejar de pegarle patadas al clavo (Hechos 9: 5) Nada podrá alejarnos del amor de Dios, nunca podrás decir que a ti no te amó. Solo vuelve y veras que antes de llegar, el corre a tu encuentro para levantarte, honrarte y devolverte la dignidad que puedas haber perdido.
Si esta historia la aplicamos a nuestro contexto actual, vemos que necesitamos más padres como el de la historia. Necesitamos aprender a serlo, nos hace mucha falta esos padres presentes, que aman incondicionalmente a sus hijos, que esperan lo mejor de ellos, aunque parezcan perderse, y que deja que cada hijo/a viva sus propias vivencias las cuales serán su experiencia y sabiduría futura. No debería haber demandas por alimentos, ya que es obligación paterna y aunque la relación de pareja termine, la relación padre-hijo no perece nunca. Nunca olvidemos que nuestro ejemplo construye o destruye la vida de nuestros hijos, ya que ellos repetirán mayormente nuestros propios errores, salvo contadas excepciones.
Hoy puedo decir de lo profundo de mi corazón: "Oh, padre querido, cuanto honro tu memoria, por todo lo que me enseñaste y todo lo que recibí de ti. Por esa sabiduría que supiste trasmitir a tus hijos. Por tu vida ejemplar. Muchas gracias por haber tenido un padre piadoso que acercó mi vida a Dios y a sus caminos. Muchas gracias Padre Celestial, por el padre terrenal que me diste".
Ojalá muchos hijos e hijas puedan unirse a mi alabanza personal. Ojalá pudiésemos hoy, solo hablar lo mejor de nuestros padres terrenales. En este día especial para los padres, mi oración por ellos, para que asuman su rol de proveedor, protector, amigo, y ejemplo de sus hijos; de tal manera que mañana, solo oigamos alabanzas para ellos. Que podamos sembrar cosas buenas y positivas en los corazones de nuestra descendencia, para así luego poder reposar con la satisfacción del deber cumplido, recordando que la Biblia dice: que todo lo que el hombre siembra, eso cosechará (Gálatas 6:7)
Jesús Aranda Valverde,
Pastor evangélico