Bravura femenina
Que las mujeres pampinas eran bravas, no se discute. Hubo sobradas muestras del coraje de aquellas féminas, que acompañaron a los salitreros en la epopeya del oro blanco. Estuvieron en las huelgas con tal compromiso y convicción, que llegaron a ofrecer sus vidas cuando hubo que luchar por el pan. Tendidas, se amarraron a la vía férrea, impidiendo el paso de los convoyes. Leales, apagaron las cocinas, para presionar a sus maridos y forzarlos a luchar por mejoras laborales… Y todo, cumpliendo sus deberes maternales con denodados esfuerzos.
Subyugadas por el genio varonil, nunca perdieron su dignidad y dieron claras y ejemplares muestras de su valentía. Se viene a la memoria el caso de doña Mercedes, que daba el rancho a pensionistas en "La Piojillo". Casada con Leandro, un fogonero de licenciosa vida, las permanentes juergas de su marido hacían tambalear la feble economía familiar. No obstante, todos los días enviaba a Leandro una vianda, gracias a la gentileza de Carlitos, un desvalido menor de "La Piojillo".
Eso, hasta el día que -hurgando los bolsillos de Leandro- halló varios vales y boletas por consumo de bebidas alcohólicas y otros condumios que compartía con sus compañeros de trabajo.
Molesta por la actitud de su marido, acudió como siempre al gentil Carlitos, para que le llevara la vianda a Leandro, que laboraba en la máquina de "La Piojillo". El niño -descalzo como siempre- corrió a entregarla al fogonero, quien dejaría en sus manos algunas monedas, para compensar su servicio.
Cuando los "tiznados" compartían sus modestos menús, Leandro sacó el primer plato y… ¡Sorpresa!: En lugar del arroz con huevo, halló un vale del Casino de Empleados, evidencia que había gastado cien pesos con sus amigotes. Miró el otro plato y halló un papel que avalaba un consumo en el Rancho "El Illapelino". Y en el platillo de los postres, junto a los cubiertos, una boleta de "El Cardenal" de Antofagasta.
Se comentaba que "con la guata vacía y una sonajera de tripas" llegó el fogonero a su casa. Pero, la lección de la brava doña "Meche" se esparció por toda la pampa…
¡Y las mujeres la aprendieron!
Jaime N. Alvarado García. Profesor Normalista - Periodista.