"La vida es esfuerzo"
ANTOFAGASTINIDAD. Marcelino Carvajal Ferreira, mejillonino.
Marcelino Carvajal Ferreira nació en Mejillones en 1951, en el seno de un matrimonio modesto que en total tuvo ocho hijos.
Su padre, Manuel, fue trabajador de la Sociedad Chilena de Fertilizantes, donde llegó a ser dirigente sindical; y su madre, Adelina, una dueña de casa que, con su experiencia, ayudaba con remedios caseros a quien lo necesitara.
Marcelino, exalcalde de Mejillones por seis periodos, cuenta que de ambos extrajo valores que lo inspiraron y que le han servido en todos los desafíos que ha enfrentado.
¿Qué recuerdos marcaron su infancia en Mejillones?
- Yo viví los primeros diez años de mi vida en un sector que se llama Fertilizantes, porque mi padre trabajó 36 años en la Sociedad Chilena de Fertilizantes, y mi recuerdo más lindo es ir subiendo en un camión de agua al cerro las Guaneras, porque arriba donde estaba el campamento, había una escuela. Yo llegaba a las 7 de la mañana y cada alumno tenía una familia que lo acogía y ahí esperaba hasta las 9, que era la hora de entrada a clases. Era un gran sacrificio, yo podría haber ido a la escuela que estaba en el plano, pero había una norma que decía que si la escuela no tenía 21 alumnos, se cerraba. Entonces era un esfuerzo que nos pedía la empresa. Esas son cosas que no se olvidan, yo subía con mi hermano mayor, Manuel, que ya falleció.
¿Cuál fue la mayor enseñanza de sus padres?
- Mi padre, Manuel Carvajal, cuando joven trabajó en un pega muy dura, tirando pala y cargando sacos de 81 kilos de las guaneras. Él fue líder sindical de muy bajo perfil, fue uno de los fundadores del sindicado de la empresa y mi inspiración para meterme en política. Yo, por su ejemplo, siempre fui inquieto, desde los cursos de primaria me gustaba participar y en la media fui presidente curso, del centro de alumnos, después de la federación de estudiantes técnicos. Mi padre me enseñó valores, como ser transparente, honesto y honrado.
Y mi madre, Adelina Ferreira, la recuerdo como la mujer más generosa que haya existido, siempre estaba pendiente de los demás. Tenía una olla que nunca se agotaba. Recuerdo que ella cortaba empachos, hacía remedios con sus manos y su fe. Ella me enseñó eso, la generosidad, dar sin esperar algo a cambio.
¿Qué lecciones útiles para la vida aprendió mientras fue pescador?
- Mi primera pega fue en la CCU y después estuve 6 meses trabajando en Dirinco cuando Antofagasta tenía zona franca alimenticia. Después me vine a Mejillones, primero saqué pelillo y después fui pescador artesanal. Más tarde, por un tema de salud de mi hijo mayor, busqué una pega que tuviera seguridad social y ahí entré a la pesca industrial. Era muy buena pega, se ganaba plata, pero muy dura. Se trabajaba de noche y siempre mojado, a veces con temporal.
Yo diría que el bote me enseñó a que la vida es esfuerzo y me preparó para lo que vino después. Porque cuando me eligieron alcalde de Mejillones, traté de administrar la ciudad como el capitán de un barco, con harto esfuerzo, dirigiendo, pero consciente que somos un grupo. Yo en el bote aprendí a respetar y cuando entré a la municipalidad exigí el mismo respeto, hacer las cosas bien y ser parte de un equipo humano.
¿Qué valores busca en las personas con las cuales se rodea?
- Busco lealtad primero, ahí te tenido algunas amargas experiencias, porque uno ve caras y no corazones. También me gusta la transparencia, la gente que te habla mirando a la cara, no es el mejor amigo el que te esconde las cosas, es el que te las dice. Me gusta la gente honesta, no la que te palmotea la espada.
¿A quién o quiénes admiras?
- Admiro mucho a mi mujer, Luz Vargas, por su temple, y por atreverse a acompañarme. Un día la desafié a meterse en política y que conociera el tete en que yo me había metido, y ahora lleva cuatro periodos como concejal de Mejillones. La admiro por su estilo y por su forma, todo lo que hemos construido es gracias a eso.
¿Qué le gusta de Mejillones?
- Me gusta el pasado histórico de Mejillones, las vivencias que tuvimos, y su presente y su futuro. Los mejilloninos por distintas circunstancias se van, pero las gaviotas son poderosas y siempre te hacen volver, porque esta comuna tiene un encanto y uno ama su tierra. Somos más que una canción.
¿Cuáles son tus metas en la vida?
- Seguir luchando y trabajando por la gente que más lo necesita, volver a la arena políticas si así la gente lo quiere. Podría quedarme en la casa pero, el que nace bacinica muere debajo de la cama, yo amo lo que hago y es difícil renunciar a esto.
¿En lo personal, cómo lo ha marcado la pandemia?
- La pandemia nos pilló por sorpresa, nos cambió el estilo de vida. Yo lo viví de cerca, perdí a mi nuera de 38 años. Y creo que hay que vivirlo para entender lo que han pasado tantas familias chilenas. Este amargo dolor es una lección de lo frágil que es la vida.