Salir a escuchar
A las recurrentes torpezas del gobierno, sumamos a actores de izquierda que actúan con oportunismo. La ecuación es peligrosa y no le sirve a nadie. Todo lo vivido parece una contradicción, pero en realidad es un campanazo respecto a que son demasiados los que se han quedado atrás y no perciben que la promesa de bienestar esté cumpliéndose.
A 17 meses del estallido social de octubre de 2019, las inéditas movilizaciones, protestas y violencia que le acompañó en muchísimas ciudades del país, no cabe duda de que la sorpresa e incredulidad, pero también la esperanza, fueron emociones que se repitieron entre muchos ciudadanos.
Lo negativo fue que las imágenes -propias de otras décadas y países- nos reveló que el país tiene asuntos pendientes y que la paz social es algo que hemos ido perdiendo progresivamente.
La lista de hechos delictuales es larga, sorprendente e inaceptable, pero no puede terminar opacando la protesta de los usuarios, muchos afectados por problemas graves y reales: bajos salarios y la lejanía de sus trabajos, alto costo de la vida, deficiencias en salud, seguridad, carencia de bienes de uso público, entre tantas otras. Solo eso puede explicar que tantas personas se sumaran a las demandas.
Deberíamos decir que el bajísimo respaldo que muestran las encuestas a la administración del Presidente Sebastián Piñera y a los restantes estamentos públicos y privados, se concretiza en hechos como los citados. Esto es la carne de la desconfianza y el malestar.
Por ello, tratar de explicar que las cifras macroeconómicas son las correctas, no le hace sentido a las personas que sumaron identidad colectiva -ciertamente muchas veces irracional- en descomunales jornadas de masas. Parece ser que el desconocimiento revela la indolencia y falta de empatía para con el grueso de la población que está sobrepasada por las inequidades que no se corrigen.
Salvar el momento exigirá un ánimo de conversación distinto, donde el ejecutivo debe escuchar y la oposición dejar el oportunismo inmediato. En ese plano, la discusión constituyente es una enorme oportunidad para que el país vuelva a conversar.
Para una mirada incauta, es curioso que en la sociedad más rica de la historia nacional y en una de las regiones más desarrolladas se hayan protagonizado tantos hechos de violencia. Parece una contradicción, pero en realidad es un campanazo respecto a que son demasiados los que se han quedado atrás y no perciben que la promesa de bienestar esté cumplida; la nación no es la misma, es desconocida, heterogénea, difícil de comprender.
Chile debe reinventarse hacia el futuro y eso exigirá mucho trabajo y sobre todo, saber escuchar.