"Toda mi obra es memoria activa"
ANTOFAGASTINIDAD. Julio Morales Silva, artista plástico.
Julio Morales Silva lleva 25 años transitando como un equilibrista entre el arte y la artesanía, con obras que van al rescate de la rica y sacrificada historia del norte.
Es casado con la pintora Guicela Ovalle y tiene raíces familiares en Antofagasta, por el lado de su madre, y en la Oficina Vergara, por cuenta del padre.
"Mi obra está vinculada al norte, tanto por la materialidad, como por el diseño y la memoria, personal y colectiva", explica este conocido artista plástico local, autor de las instalaciones "Memor" (2017), que consiste en cucharas antiguas con fragmento de discursos de Luis Emilio Recabarren; y la serie Urdimbre, de cobre tejido y cobre grabado (2018).
¿Cómo y en qué momento te empiezas a conectar con el arte?
- Desde siempre he estado interesado en crear y construir, era el pasatiempo, el juego de niño, y por un tema de acceso en la época, estudié diseño de interiores, y fue una muy buena experiencia. De allí en adelante la creación se hizo mi oficio y en conjunto con la formación, se transformó en mi forma de vida.
¿El metal como materialidad, qué significa en tu propuesta?
- La verdad todos los materiales tienen una carga de significado muy fuerte, y eso lo intento resignificar, por supuesto el cobre se convierte en la materia prima de mi trabajo, pero claro, esto es muy natural si naciste en Chuquicamata y toda tu vida ha estado vinculada a la industria extractiva. En mi caso, es darle el valor al trabajo de mi abuelo, de mi padre, en fin, de todos aquellos que han estado vinculados a ese proceso. Es por ellos y también porque es muy necesario ver el cobre próximo y no en un tren o un barco yéndose.
¿Cuáles han sido tus principales trabajos o los que recuerdas con más cariño?
- Hay algunos que recuerdo con cariño porque eran muy "malos", la palabra correcta para describirlo era "inocentes", falta de maduración. Cuando por fin te das cuenta de ello, logras avanzar a un segundo nivel, el crecimiento implica ese proceso de ensayo y error. Me da mucho miedo la autocomplacencia y encontrar todo bueno, esa soberbia que sobrepasa el proceso creativo y la auto reflexión.
¿Cómo es ser artista en Antofagasta?
- Desde la obra es maravilloso por la fuente de investigación y de creación; desde la gestión es un poco más difícil por los espacios, pero hacer arte y vivir de él es difícil en todo Latinoamérica.
Tú tienes una vinculación especial con el norte, que comienza con tu historia familiar, ¿cómo ha influido eso en tus obras?
- Mi historia familiar permea toda mi obra, pero claro, si al final esta historia está vinculada al territorio y es la misma historia de Antofagasta, y de muchos de los habitantes del norte. "Es más que solo el hecho de pensar en el desierto más árido del mundo". Es pensar en este norte, su paisaje, su geografía, su cultura; esa nortinidad de la que habla Sabella.
Me resulta increíble pensar cómo fue habitado, las caravanas que circulan de cordillera a la costa, su cultura su estética, la memoria de este desierto es inmensa y maravillosa, cada vestigio, cada huella es una fuente de inspiración.
Toda mi obra es memoria activa de este territorio me falta tiempo y me faltan obras para lograr rescatar todo.
¿Quiénes han sido tu inspiración en la vida, a quiénes admiras?
- De niño siendo asiduo a la biblioteca de Chuqui descubrí a Gaudí y en ese momento aluciné; pero son infinitos, admiro la inteligencia, la creación, todos son fuente de inspiración, solo hay que saber ver y oír.
¿Cuáles son tus proyectos más ambiciosos?
- Uff tengo muchos, tengo un croquera llena de proyectos, algunos esbozados otros en desarrollo. Creo que es una condición propia vivir en proyecto, pero gran parte de la energía está dispuesta en la consolidación de la escuela comunitaria de arte, artesanía y diseño, que debe ser un polo de transformación que aporte al desarrollo de estas áreas, con énfasis en la creación de objetos, pero también como un centro coadyuvante en la formación integral de niños y niñas en su desarrollo cognitivo.
¿En lo personal, cómo has vivido estos meses de pandemia?
- Ha sido difícil y triste por la partida de amigos y de familia, pero por otro lado con la suerte de poder mantenerme activo creando, generando obra, en el taller reduzco la ansiedad, y lo otro, he hecho infinitos proyectos, no todos con éxito, pero hay que estar activo.
¿Qué crees que nos falta a los chilenos para ser un mejor país?
- El modelo económico imperante por tanto tiempo se convirtió en una cultura, en un modo de vida, que nos ha convertido en seres individualistas y hedonistas. Para no hacerlo evidente, nos disfrazamos de solidarios porque donamos 1.000 pesos a la Teletón, pero cuando tengo que comprometerme verdaderamente, no me importa. Y sí tengo el mejor equipo de música con todos los watts de potencia, el mejor Smart TV peor, soy incapaz de barrer la calle, o peor aún hago fiestas y no me importa si el vecino duerme o no. Este modelo se replica infinitamente y el sentido comunitario está en extinción.
¿Dónde quieres estar en diez años más?
- No sé si quiero estar en algún lugar en particular, pero sí quiero estar lúcido y creando cosas nuevas, y que mi escuela taller esté consolidada y sea el centro de desarrollo del arte de la artesanía y el diseño local.