Cristina, la última
Se apagaron sus ojos y se cerraron sus labios. Con la partida de Cristina Calderón, la última yagán parlante, se puso un candado a ese idioma tan sonoro y melódico de ese pueblo de la Patagonia. Obviamente, siguió los pasos de Lola Kiepja, otra venerable anciana -también de 93 años- que fue la última selk´nam en recorrer fiordos y llanuras de la Tierra del Fuego.
Cristina Calderón tuvo cinco hijos, una hija, 15 nietos y 12 bisnietos. Esta descendencia representa el reservorio genético de esa estirpe, exterminada en nombre del oligopolio chileno/británico que impuso la crianza de "guanacos blancos", como llamaban a las ovejas. Pero, para ello había que eliminar a la población nativa, lo que se hizo sin miramientos. Con un salvajismo sin límites.
Mandados por empresarios de apellidos lustrosos, Menéndez Behety, Moritz Braun y Blanchard, contrataron a dos genocidas: Julius Popper, un ingeniero rumano y un inglés -Mc Lennan, a quien apodaban "El chancho colorado". Ellos dieron cuenta de los clanes de tehuelches, los selk´nam (onas), los yaganes (o yámanas) y los kaweskar. Reducidos a su mínima expresión por las balas o el veneno, las llanuras quedaron libres para los ganaderos. Parece increíble, pero se les pagaba una libra esterlina por cada oreja de nativo muerto. Y unas pocas libras más, por los pechos de una india asesinada. Eran los "trofeos" con los cuales comprobaban su genocida conducta.
Por eso nos duele la partida de la abuela Cristina, a la que conocí el año 1996, en una de mis andanzas por los caneles de la Tierra del Fuego. Sobreviviente de aquellas matanzas, con ella se apaga la última llamita de ese fuego que abrigó los sueños de esos pueblos australes.
Pero quedan brasas. ¡Enhorabuena!
Su hija Lidia González, es una de las 155 componentes de la Asamblea Constituyente y sin dudas, lidiará en defensa de los pueblos originarios. Y su nieta Cristina Sárraga, trabaja en la preparación de un diccionario con voces del idioma yagán, para perpetuar la lengua que hablaban sus antepasados. Lo decimos con esperanzas: ¡Aún quedan brasas de la raza yagán…!
Jaime N. Alvarado García.